En los años ochenta, el contexto social y político cambió radicalmente, el escenario social se tornó complejo y bélico, en Centroamérica se vivió, con un saldo espeluznante de muerte y destrucción, la llamada “Guerra de baja intensidad” que fue una de las formas que adquirió la “Guerra Fría” en la región; en realidad no hay guerras de baja intensidad, toda guerra es una forma de quitarle intensidad a la vida.
Este contexto que explicamos de manera muy sucinta, cruzó todo el accionar social y cultural de la región, era imposible que la crisis no tocara al arte y sus agentes los artistas. La literatura, la música, el teatro, las artes visuales y toda expresión artística, se comprometió en un proyecto que exigió decisión y compromiso; el arte se adhirió a un programa de libertad social sustentado en ideales de
soberanía, independencia y respeto a la autodeterminación de los pueblos. Los artistas se convirtieron en la expresión cultural de una Centroamérica libre de la opresión imperialista; los sueños de libertad de los grandes héroes de la lucha anti colonial y neocolonial se instalaron entre los trabajadores del arte y la cultura.
El poeta David Díaz Acosta, definió en un poema corto el sentimiento profundo que unía a los artistas hondureños y de la región:
