Yo no sé de qué Norte

Sopló este viento

Que trajo estas náuseas

A nuestro suelo.

 

En el campo de las artes visuales se asumió un arte de compromiso en el cual tuvieron mucho peso los contenidos de tipo político e ideológico, la iconografía de la época estuvo cruzada por alambres de púa, cascos militares, cráneos, calaveras, cruces, balas, machetes, rifles, clavos y toda una parafernalia de signos que aludían al combate social desde el arte.

 

Los artistas que habían pertenecido al Taller de la Merced profundizaron su compromiso político pero ya no como Taller sino de manera individual, destacan en ese arte politizado y de mucho compromiso social Víctor López, Ezequiel Padilla, Virgilio Guardiola, Aníbal Cruz y Dino Fanconi, todos ellos ex mercedarios, pero además aparecen nuevas figuras como Delmer Mejía y Dagoberto Posadas con una gráfica sustentada en el grabado, el grabado se convirtió en un poderoso medio de propaganda política en esa década, que también se le conoce como “Década perdida”, es de valorar la escultura social de Obed Valladares.

 

Este giro político en el arte y las letras tocó las puertas de la producción artística hondureña que pronto encontró la urgencia de la organización y la proclama. El surgimiento de la Unión Nacional de Escritores de Honduras (UNEH); el aparecimiento del grupos musicales Sobreviento, Akatún y la Nueva Canción; la puesta en escena de Rascanigua en su expresión teatral y musical; la organización de la Comunidad Hondureña de Teatristas (COHMTE); el fortalecimiento y consolidación del Teatro la Fragua en El Progreso, Yoro; la acción teatral de Candelario Reyes en Santa Bárbara; el Ensayo literario de Helem Umaña, fueron algunas expresiones de un movimiento artístico e intelectual que marcó toda una época.