PANEL 1. La geografía hondureña tiene la forma de un abanico extendido con un amplísimo frente hacia el Caribe y una pequeña abertura hacia el Pacífico. Tiene una superficie de 112,492 k², siendo el segundo país en extensión de todo Centroamérica, después de Nicaragua; es mayor que Hungría, Bélgica, Austria, Dinamarca, Irlanda, Portugal, Bulgaria, los Países Bajos o Austria, y es vez y media más grande que Panamá. Es un error considerar a Honduras un país pequeño.
Honduras posee la doble ventaja de estar situada en medio del continente americano y con costas en ambos horizontes marinos. Sin embargo, sus características geográficas han dificultado por mucho tiempo su unidad geopolítica, es decir su conformación como Estado-nación.
PANEL 2. Como resultado de la colisión geológica del Mioceno tardío, hace 12 millones de años, el relieve hondureño es el más montañoso de Centroamérica, cuyas tres cuartas partes son tierras de fuertes pendientes poco útiles para la agricultura. Esta configuración accidentada de su relieve ha contribuido a separar su población en núcleos mal relacionados entre sí, que se ignoran mutuamente, como ya le informaba el general-presidente José Trinidad Cabañas en 1854 al explorador William V. Wells refiriéndose sobre todo a Olancho, hacia donde éste se dirigía en busca de minas y que él mismo comprobó en su largo periplo hondureño. También debido a la estructura física de su relieve, Honduras carece de ríos navegables, salvo para recorridos cortos y en embarcaciones de poco calado. Montañas y falta de ríos navegables han impedido la estructuración interna del territorio.
La evolución geológica de Honduras, por otra parte, definió la constitución de cuatro grandes áreas geográficas muy diferenciadas: la húmeda costa caribeña con sus extensas playas de más de 675 kilómetros de longitud a vuelo de pájaro, bien irrigada, con abundantes y fértiles planicies aptas para el cultivo de bananas, piñas y palma africana; el arrugado relieve montañoso central, de cuestas empinadas y muy erosionadas, la mayoría aptas solo para la explotación forestal; las sabanas de clima seco situadas hacia el sur; y un extenso corredor natural que se extiende desde la desembocadura del río Ulúa, en el Caribe, hasta la depresión del Golfo de Fonseca, en el Pacífico. Este corredor tiene una longitud de solo 250 kilómetros y ha sido tan importante para Honduras que ha constituido un factor decisivo en su evolución histórica. La existencia de este corredor ha inspirado la vocación transístmica de Honduras, y ha sido clave en su integración territorial. Ha sido este corredor el que ha hecho posible su unidad geo-política y su configuración como Estado nacional.
Panel 2. Título: ESPAÑA TOMA CONTROL DEL TERRITORIO (Este titulo debe cubrir los paneles 2 a) a 2 e). NOTA: Todos los titulos deben ir en letras mas grandes que los subtitulos ordenados a, b, c, etc. Estos ultimos deben ir en letra mas pequeña y centrados.
Panel 2( a). Titulo: LA POLÍTICA ESPAÑOLA DE CONTROL TERRITORIAL
Fueron los españoles los primeros en tratar de organizar el espacio geográfico hondureño. La necesidad de organizar los territorios ocupados era parte no solo de la política estatal de la corona española, sino que también formaba parte de las tradiciones culturales de los conquistadores. España había sido la colonia más preciada de Roma, y de los romanos heredó la práctica de fundar ciudades para que sirvieran como instrumento de control y articulación territorial.
Cuando los romanos invadían Europa, establecían campamentos o castros cuyo trazado tenía forma de tablero de ajedrez y estaban orientados a los cuatro puntos cardinales. La función de estos castros era asegurar los territorios que los centuriones romanos iban conquistando. De esa manera, los castros se iban anudando con otros castros en una trama coherente y articulada. Muchos de estos castros se convirtieron después en ciudades que todavía sobreviven, como Zaragoza, Mérida, Barcelona o Sevilla. Ese fue también el origen de París, de Londres, de Bath o de Manchester. España heredó así el concepto de que la ciudad era esencial para asegurar el control de los territorios conquistados. Durante los ocho largos siglos que duró la Reconquista de la Península Ibérica contra los árabes, esta tradición cobró nueva fuerza, sobre todo durante los largos años del asedio a Granada por los reyes católicos.
Ningún otro pueblo europeo tuvo que enfrentarse en su propio territorio con un reto como el que enfrentó España, ya que la presencia árabe estuvo incrustada en las tres cuartas partes del territorio español y todavía en el siglo XV, en vísperas del descubrimiento de América, persistía el reino nazarí de Granada, en el corazón de Andalucía. Los progresos de la Reconquista obligaban a los castellanos a afianzar el territorio arrebatado a los árabes mediante la fundación de poblados que servían como nudos de articulación y aglutinación del territorio, consolidando de esa manera sus avances. Durante el sitio de Granada se fundaron varias ciudades inspiradas en los castros romanos, como Puerto Real (1483), Baeza (1489) y Santa Fe (1491), esta última a la vista de la misma Granada, que finalmente cayó en 1492, pocos meses antes del primer viaje de descubrimiento de Colón.
Fundar ciudades era pues, una experiencia que los conquistadores de América tenían muy fresca en la memoria. De hecho, muchos de los primeros conquistadores habían sido testigos de la estrategia fundacional de ciudades para la toma de Granada y tenían ese modelo en mente cuando llegaron a América.
Panel 2. Título: ESPAÑA TOMA CONTROL DEL TERRITORIO (Este titulo debe cubrir los paneles 2 a) a 2 e). NOTA: Todos los titulos deben ir en letras mas grandes que los subtitulos ordenados a, b, c, etc. Estos ultimos deben ir en letra mas pequeña y centrados.
Panel 2( a). Titulo: LA POLÍTICA ESPAÑOLA DE CONTROL TERRITORIAL
Fueron los españoles los primeros en tratar de organizar el espacio geográfico hondureño. La necesidad de organizar los territorios ocupados era parte no solo de la política estatal de la corona española, sino que también formaba parte de las tradiciones culturales de los conquistadores. España había sido la colonia más preciada de Roma, y de los romanos heredó la práctica de fundar ciudades para que sirvieran como instrumento de control y articulación territorial.
Cuando los romanos invadían Europa, establecían campamentos o castros cuyo trazado tenía forma de tablero de ajedrez y estaban orientados a los cuatro puntos cardinales. La función de estos castros era asegurar los territorios que los centuriones romanos iban conquistando. De esa manera, los castros se iban anudando con otros castros en una trama coherente y articulada. Muchos de estos castros se convirtieron después en ciudades que todavía sobreviven, como Zaragoza, Mérida, Barcelona o Sevilla. Ese fue también el origen de París, de Londres, de Bath o de Manchester. España heredó así el concepto de que la ciudad era esencial para asegurar el control de los territorios conquistados. Durante los ocho largos siglos que duró la Reconquista de la Península Ibérica contra los árabes, esta tradición cobró nueva fuerza, sobre todo durante los largos años del asedio a Granada por los reyes católicos.
Ningún otro pueblo europeo tuvo que enfrentarse en su propio territorio con un reto como el que enfrentó España, ya que la presencia árabe estuvo incrustada en las tres cuartas partes del territorio español y todavía en el siglo XV, en vísperas del descubrimiento de América, persistía el reino nazarí de Granada, en el corazón de Andalucía. Los progresos de la Reconquista obligaban a los castellanos a afianzar el territorio arrebatado a los árabes mediante la fundación de poblados que servían como nudos de articulación y aglutinación del territorio, consolidando de esa manera sus avances. Durante el sitio de Granada se fundaron varias ciudades inspiradas en los castros romanos, como Puerto Real (1483), Baeza (1489) y Santa Fe (1491), esta última a la vista de la misma Granada, que finalmente cayó en 1492, pocos meses antes del primer viaje de descubrimiento de Colón.
Fundar ciudades era pues, una experiencia que los conquistadores de América tenían muy fresca en la memoria. De hecho, muchos de los primeros conquistadores habían sido testigos de la estrategia fundacional de ciudades para la toma de Granada y tenían ese modelo en mente cuando llegaron a América.
Panel 2. Título: ESPAÑA TOMA CONTROL DEL TERRITORIO (Este titulo debe cubrir los paneles 2 a) a 2 e). NOTA: Todos los titulos deben ir en letras mas grandes que los subtitulos ordenados a, b, c, etc. Estos ultimos deben ir en letra mas pequeña y centrados.
Panel 2( a). Titulo: LA POLÍTICA ESPAÑOLA DE CONTROL TERRITORIAL
Fueron los españoles los primeros en tratar de organizar el espacio geográfico hondureño. La necesidad de organizar los territorios ocupados era parte no solo de la política estatal de la corona española, sino que también formaba parte de las tradiciones culturales de los conquistadores. España había sido la colonia más preciada de Roma, y de los romanos heredó la práctica de fundar ciudades para que sirvieran como instrumento de control y articulación territorial.
Cuando los romanos invadían Europa, establecían campamentos o castros cuyo trazado tenía forma de tablero de ajedrez y estaban orientados a los cuatro puntos cardinales. La función de estos castros era asegurar los territorios que los centuriones romanos iban conquistando. De esa manera, los castros se iban anudando con otros castros en una trama coherente y articulada. Muchos de estos castros se convirtieron después en ciudades que todavía sobreviven, como Zaragoza, Mérida, Barcelona o Sevilla. Ese fue también el origen de París, de Londres, de Bath o de Manchester. España heredó así el concepto de que la ciudad era esencial para asegurar el control de los territorios conquistados. Durante los ocho largos siglos que duró la Reconquista de la Península Ibérica contra los árabes, esta tradición cobró nueva fuerza, sobre todo durante los largos años del asedio a Granada por los reyes católicos.
Ningún otro pueblo europeo tuvo que enfrentarse en su propio territorio con un reto como el que enfrentó España, ya que la presencia árabe estuvo incrustada en las tres cuartas partes del territorio español y todavía en el siglo XV, en vísperas del descubrimiento de América, persistía el reino nazarí de Granada, en el corazón de Andalucía. Los progresos de la Reconquista obligaban a los castellanos a afianzar el territorio arrebatado a los árabes mediante la fundación de poblados que servían como nudos de articulación y aglutinación del territorio, consolidando de esa manera sus avances. Durante el sitio de Granada se fundaron varias ciudades inspiradas en los castros romanos, como Puerto Real (1483), Baeza (1489) y Santa Fe (1491), esta última a la vista de la misma Granada, que finalmente cayó en 1492, pocos meses antes del primer viaje de descubrimiento de Colón.
Fundar ciudades era pues, una experiencia que los conquistadores de América tenían muy fresca en la memoria. De hecho, muchos de los primeros conquistadores habían sido testigos de la estrategia fundacional de ciudades para la toma de Granada y tenían ese modelo en mente cuando llegaron a América.
PANEL 4 (B) FRAY THOMAS GAGE (1625-1637)
Otro relato clásico fue el del dominico inglés Thomas Gage, que recorre México y Centroamérica entre 1627 y 1637. En 1627 salió de Cádiz con otros compañeros de su Orden en una flota de galeones que llegó a Veracruz pensando llegar a Filipinas, pero permaneció en tierra y vivió algunos años en los conventos dominicos de Chiapas y Guatemala. En 1637 decidió regresar a su patria e inició un largo periplo que le condujo hasta Panamá, donde se embarcaría en los galeones que se habían concentrado para la feria de Portobelo. Antijesuita confeso, ya en su patria, reniega de su fe católica, para convertirse en presbiteriano. Era una época de grandes convulsiones políticas y religiosas en Inglaterra, que resultan en la decapitación del rey y en la entronización de Oliver Cromwell, quien le pidió a Gage un memorandum sobre las posibilidades de éxito que tendría un ataque inglés a las colonias españolas. Este panfleto sirvió luego de guía para organizar la primera expedición armada británica contra las posesiones españolas de ultramar.
Sin embargo, el relato más importante que escribió Gage sobre América es el que se publicó en Londres en 1648 titulado The English American, or a New Survey of the West Indies. Se hizo una segunda edición en inglés y luego se publicó en francés en 1677, que sirvió de base en 1838 para la primera traducción al español. Poblado de agudas observaciones sobre la realidad americana, sobre todo de la zona que conoció directamente, desde México a Portobelo, cuya feria describe, el relato de Gage es uno de los más reveladores de su época.
PANEL 4 (C ) VIAJEROS Y EXPLORADORES EN LA ÉPOCA DE LA ILUSTRACIÓN
Durante el siglo XVIII siguieron acumulándose relaciones de Visitas episcopales, como las muy exhaustivas del obispo de Comayagua Fernando de Cadiñanos, o informes militares como los de Luis Diez Navarro, que recorrió y describió las costas del Caribe hondureño, elaboró el mejor mapa de Honduras y Centroamérica hasta entonces, y los planos para el fuerte de San Fernando de Omoa.
Muchas descripciones seguían el patrón de los siglos anteriores y eran vagas e inconsistentes, careciendo de valor científico. A los reyes españoles de la dinastía Borbón, imbuídos de la moderna mentalidad de la Ilustración, les interesaban informes más precisos y comprehensivos, y de carácter científico. Con ese propósito promovieron varias expediciones científicas para conocer sobre bases más firmes los recursos materiales y las realidades de sus dominios, y cuyos resultados pudieran utilizarse en reformas de utilidad práctica para mejorar la economía de las colonias.
La primera expedición realizada con este espíritu moderno fue la que encabezó el francés La Condamine, que se inicia en 1735. Se dirige a América y llega al reino de Quito para medir un arco del meridiano. Le acompañaban dos jóvenes científicos españoles, Jorge Juan y Antonio de Ulloa, que realizaron diversas mediciones sobre todo de carácter náutico y publicaron sus observaciones en 1748 en Relación histórica del Viaje a la América Meridional, luego traducida a varios idiomas.
La siguiente expedición científica fue la de Alejandro Malaspina, que dio la vuelta al mundo. Le acompañaban varios naturalistas y dibujantes que registraron numerosos detalles de la geografía y las costumbres que observaron en su recorrido por América. Pero al terminar su viaje, Malaspina fue encarcelado en Cádiz debido a sus simpatías por la revolución francesa, y sus papeles se dispersaron, aunque actualmente muchos se conservan en el Museo Naval de Madrid.
Otra innovación de la nueva política borbónica fue la de cuantificar sistemáticamente a la población mediante censos. Esto empezó a practicarse desde mediados del siglo XVIII, y se hicieron cada vez más regulares desde la década de 1770, lo que colocaba a España en ese sentido entre los países más adelantados de Europa. Por otra parte, también los ingleses escribían sus propias descripciones geográficas de América, como la de Robert Hodgson el Joven, quien dejó una detallada relación de la Mosquitia.
PANEL 4 (D) VIAJEROS Y EXPLORADORES DEL SIGLO XIX
La independencia de España abrió de par en par las puertas a numerosos aventureros, científicos, diplomáticos y estudiosos de distintas partes de Occidente, que viajaron a Hispanoamérica atraídos por la curiosidad, o el interés por descubrir sus recursos y posibilidades futuras. Nueva Granada, México,o Perú, atraían por sus minas de oro o de plata. Pero Centroamérica, desde Panamá a Honduras, atraían por sus posibilidades como ruta interoceánica.
Además, se habían puesto de moda los libros de viajeros, que gozaban de gran demanda en Europa y Estados Unidos, donde ávidos lectores deseaban conocer las costumbres de países exóticos o de aquellos cuyo acceso había estado vedado a súbditos no españoles, como las colonias hispanoamericanas. Cónsules, esposas de diplomáticos, científicos, empresarios e incluso simples turistas, escribieron con humor y desenfado, sobre las sociedades y las geografías de Hispanoamérica, en un estilo que poco recuerda las secas y formales relaciones histórico-geográficas de carácter oficial de la colonia.
JOHN LLOYD STEPHENS
Uno de los viajeros tempranos que visitó Honduras fue el abogado norteamericano John Lloyd Stephens, a quien el presidente Van Buren envió a Centroamérica en misión diplomática el año 1839. Sale de New York y desembarca en la bahía de Honduras. Tenía entre sus propósitos fundamentales investigar las posibilidades para la comunicación interoceánica en Centroamérica. Viajó por todo el istmo centroamericano entre 1839 y 1841. Estudió la ruta del río San Juan, en Nicaragua, y más tarde se involucró en la construcción del ferrocarril transístmico por Panamá, luego de conseguir junto con William Aspinwall y Henry Chauncey una concesión del gobierno colombiano. Las obras se iniciaron en 1849 y Stephens llegó a ocupar la presidencia de la Compañía, pero contrajo la malaria en Panamá y falleció en New York en 1852.
A Stephens le sucede el ingeniero George Ephraim Squier, quien llega a Centroamérica en 1849 como encargado de negocios de Estados Unidos. También su interés se centró en la ruta interoceánica y se involucró en un proyecto de ferrocarril en Honduras, y aunque el gobierno hondureño le otorgó la concesión para que lo construyera, éste nunca se hizo. Escribió sobre este proyecto en Notes on Central América, publicado en 1855 (traducido al español en París en 1856), y en Honduras, publicado en 1870. La ruta que proponía iba de Puerto Caballos el Golfo de Fonseca, “que tiene tales ventajas peculiares que da una superioridad permanente sobras las otras [rutas] como medio de tránsito, seguridad, rapidez y facilidad para comunicar con los puntos más importantes y centrales del Pacífico”. Aunque su proyecto ferrocarrilero fracasó, los libros que escribió Squier sobre Centroamérica y Honduras constituyen contribuciones fundamentales para el conocimiento de estos países en aquella época.
PANEL 4 (E) CONOCIENDO HONDURAS EN LOS MAPAS
LA CARTOGRAFÍA INDÍGENA
La primera noticia conocida de un mapa de Honduras procede de la Quinta Carta o Relación de Hernán Cortés, cuando se refiere a su jornada con destino a Hibueras, es decir Honduras. Allí menciona “un paño” o “memoria” realizado por los indígenas de Tabasco y Xicalango de la extensa región que habría de recorrer hasta el lugar donde se encontraba Pedro de Alvarado, aunque el propio Cortés sugiere que este mapa estaba basado más bien en rutas marinas. Guiándose por el ”paño”, “yo comencé mi camino por la costa della hasta una provincia que se dice Çupilcon”, de donde, según el “paño”, debía seguir hacia Xicalango, “y como ellos no se sirven sino por agua, no sabían el camino que yo debía de llevar por tierra”. Dado que no se han conservado rastros del “paño” o “memoria” que cita Cortés solo se puede especular sobre su fidelidad cartográfica.
Otros pueblos indígenas que encontró en el camino sólo pudieron señalarle rumbos usando los ríos que conocían: “dijéronme que ellos no sabían camino por tierra, sino por el río, porque por allí se servían todos”.
LA CARTOGRAFÍA COLONIAL
Sin embargo, son los cartógrafos europeos los que inician una verdadera revolución en la cartografía americana y el subsecuente conocimiento geográfico de sus territorios. Gracias a varios mapamundis y en mapas del Nuevo Mundo publicados en los primeros años del siglo XVI, se da a conocer desde temprano la geografía hondureña. Al principio, solo se dibuja su contorno caribeño, que era lo único conocido. En el mapa atribuido a Bartolomé Colón, en el Código Zorzi, de 1506, las montañas del interior de Honduras se identifican como parte de Asia, o “Serici Montes” (Montes Chinos), y aparecen los primeros topónimos de las Islas de la Bahía: Banassa (Guanaja, o Bonacca en posteriores mapas ingleses), Manaya (Roatán) y Alaya (Utila). En el mapa que reproduce Anglería en sus Décadas, el año 1511, sólo se mencionan tres topónimos de la costa: Bahía de Lagartos (Golfo de Honduras), (la isla de) Guanaja, y Cabo de Gracias a Dios.
Años más tarde, se agrega también el perfil costero del Pacífico, lo que permite observar ya el carácter ístmico de Honduras, como el que publica en 1545 el vecino de Sevilla Pedro de Medina en su Arte de Navegar, y que reproduce en Grandezas de España, de 1549, y en Regimiento de Navegación, de 1563, que copian otros autores como Martín Cortés en su Breve Compendio de la Sphera, y se convierte en el mapa canónico durante varios años.
En el mapa de J. Atazona Portillos, de 1740, dedicado a Centroamérica, se encuentran numerosos topónimos costeros del territorio hondureño que antes no aparecían en la cartografía, señal de que se va conociendo mejor. Sin embargo, este mapa es todavía muy imperfecto, y muestra muy pocos nombres en el interior de Honduras. Será con la creciente alarma por los asentamientos ingleses en las costas centroamericanas del Caribe, cuando la cartografía de esta zona empieza a adquirir carácter realmente moderno. La mayoría de los mapas conocidos de Centroamérica entre las décadas de 1740 y de 1780 se relacionan en efecto a la amenaza inglesa, y están dedicados a cartografiar las costas caribeñas. Un ejemplo es el mapa de Juan Joseph de Cotilla en 1753, donde se dibuja detalladamente la costa caribeña de Honduras. O se reproducen, traducidos, mapas capturados a los ingleses, donde se cartografían esas mismas costas, como el que se encontró en manos del inglés (de nombre castellanizado) Pedro Antonio Alejandro de Velasco en 1771. En 1780 se reproducen otros dos mapas, también copiados a los ingleses, que estos utilizaban para realizar el contrabando por las costas caribes de Honduras, o bien para servir a los propósitos del Almirantazgo británico, con detalles de bajos, escollos, canales y sondas.
En 1776 el ingeniero Luis Diez Navarro cartografía con gran detalle todo Centroamérica como parte del gran proyecto que se le encomienda para la modernización de las defensas del territorio, y protegerlo de la amenaza británica. En este mapa inserta textos descriptivos sobre las condiciones geográficas, militares, o las actividades económicas de cada zona, según un patrón cartográfico que se generalizó en esa época. Es uno de los mejores mapas realizados hasta entonces para este territorio, e incluye numerosas indicaciones sobre el relieve, los ríos y las costas.
Por otra parte, desde mediados del siglo XVIII aparecen varios atlas geográficos o colección de mapas de ambos hemisferios americanos, como el de Tomás López, publicado en París en 1758, con mapas individuales por países o regiones, uno de los cuales comprende Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Veragua (Panamá).
A las publicaciones cartográficas españolas se sumarían a lo largo del período colonial, mapas ingleses, franceses y holandeses, como los de Thomas Jefferys, geógrafo al servicio del rey británico, cuya cartografía estaba basada sobre todo en copias de los mapas que se habían robado a los barcos españoles. Uno de los mapas de Jefferys sobre Roatán se basó sin embargo en investigaciones inglesas.
LOS MAPAS DEL SIGLO XIX
En el siglo XIX, para definir los límites fronterizos con los países vecinos, el gobierno de Honduras (al igual que los de otros países centroamericanos) ordenó el levantamiento de mapas basados tanto en la cartografía colonial como en otros de la época. Solo para fijar los límites con Nicaragua hasta 1906, se utilizaron 19 mapas alemanes, holandeses e ingleses publicados entre 1597 y 1777.
También a lo largo del siglo XIX, se levantaron varios mapas con distintos propósitos prácticos. Desde 1829 empezaron a publicarse mapas de Centroamérica para mostrar los posibles pasajes interoceánicos, algunos con recuadros destacando las zonas con mayores ventajas geográficas. Pero cuando llegó a Honduras Ephraim G. Squier para estudiar la viabilidad de un ferrocarril interoceánico, descubrió que había graves errores y omisiones en los mapas, lo que trató de enmendar en una publicación de 1856, que incluía detalladas descripciones geográficas y etnográficas, mapas de otros autores de Puerto Caballos y el Golfo de Fonseca, y varios mapas suyos con perfiles del relieve por donde pasaría el ferrocarril entre Puerto Caballos y el Golfo de Fonseca. Squier consideraba que Honduras era un país virtualmente desconocido en el extranjero.
En 1885 se publica el Map of the Republic of Honduras, levantado por los ingenieros Abram Cutlet y J. W. Gallup, con la colaboración del Departamento de Geología del Gobierno de Honduras, donde se indica la ruta para un ferrocarril entre Puerto Cortés y el Golfo de Fonseca, e incluye la división departamental, señalando los pueblos y ciudades y los caminos existentes. Este mapa no incluye la Mosquitia.
Otros mapas tienen el propósito de señalar los recursos mineros de Honduras, como el que publica en Nueva York A. F. Byrne en 1886 a una escala de 1:1,000,000. Identifica ciudades, pueblos, caseríos, ranchos, haciendas, estaciones telegráficas, de correos, ruinas, tribus indígenas, minas en explotación, ríos navegables, puertos, caminos, ferrocarriles en operación o proyectados, y los límites departamentales. En 1899 se publica en Nueva York el mapa del ingeniero Francisco Atschul, a la misma escala e igualmente con abundante información.
LA CARTOGRAFÍA DEL SIGLO XX
En los primeros años del siglo XX, el conocimiento de la geografía hondureña recibe un nuevo impulso tanto por la necesidad de delimitar las fronteras, como para definir las propiedades de capital extranjero, sobre todo mineras y bananeras.
En 1909, se publica el Mapa Oficial de Honduras por el ingeniero Constantino Fiallos, que toma como base el mapa de Byrne. En 1911 el geógrafo E. Girard elabora y publica en París un mapa de la República de Honduras a escala de 1:563,000. En 1919, a iniciativa del Departamento de Estado de Estados Unidos, P. H. Ashmead elabora un mapa con contenido político, económico y comercial, para esclarecer los problemas fronterizos con Guatemala. En 1932 aparece un mapa a escala de 1:100,000 basado en fotografías aéreas controladas para definir las fronteras con El Salvador y Guatemala. El año siguiente se publica la Carta General de la República de Honduras, por el Instituto Panamericano de Geografía de Historia, basado en el Mapa Oficial de Honduras y en datos suministrados por los delegados hondureños a la Asamblea de dicho Instituto.
La notable acumulación de antecedentes cartográficos sirvieron de base para la creación del actual mapa oficial de Honduras del Instituto Geográfico Nacional, elaborado a escala 1:500,000, utilizando tecnología moderna y en tercera dimensión cartográfica, derivada de las curvas de nivel. Como el propio Instituto señala, este mapa constituye “un instrumento formidable de visión gráfica para la investigación científica”.
El primero de estos mapas “oficiales” se elaboró entre 1967 y 1968, tras la creación del Instituto Geográfico Nacional, dependiente de la Secretaría de Comunicaciones, Obras Públicas y Transporte. Se hizo a escala de 1:100,000 y fue de distribución restringida. Luego se hizo uno nuevo en 1968 con tecnología más avanzada, basada en fotografías aéreas, en la aplicación técnica fotogramétrica, geodésica y cartográfica. En 1994, el Instituto Geográfico Nacional, en adición a nuevas ediciones revisadas y actualizadas del mapa oficial “general”, publica un mapa básico del país con 282 hojas cartográficas a escala de 1:50,000.
PANEL 5. CONOCIENDO EL PASADO, O EL ORIGEN DE LA HISTORICIDAD HONDUREÑA
LAS FUENTES COLONIALES
¿Cómo empezamos a conocer nuestro pasado? Para el período del descubrimiento y la Conquista, hasta mediados del siglo XVI, podíamos leer a Cristóbal y Fernando Colón, o las crónicas de Bernal Díaz del Castillo, Hernán Cortés, Fernández de Oviedo, las Casas o Antonio de Herrera. Tal vez fue a través de este último que los hondureños cultos pudieron conocer su pasado y empezaron a construir su historicidad, ya que Herrera se había convertido en la fuente de referencia canónica para ese período.
Los estudiosos hondureños y centroamericanos continuaron avanzando en su conocimiento del pasado colonial consultando a Antonio de Fuentes y Guzmán, quien escribió en tres tomos una “riquísima y extensa crónica del Reino de Guatemala en el siglo XVII”, incluyendo a Honduras, titulada Recordación Florida: discurso historial y demostración natural, material, militar y política del reyno de Guatemala; a Francisco Vázquez quien publicó en 1714 Chronica de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Guatemala, y sobre todo a Domingo Juarros, quien realizó el primer intento por historiar todo el pasado de la región centroamericana hasta 1800, en una obra titulada Compendio de la historia del Reino de Guatemala, 1500-1800, publicada entre 1808 y 1818 en dos volúmenes.
LA HISTORIOGRAFÍA DEL SIGLO XIX
En el siglo XIX se ampliaron notablemente las posibilidades de reconstrucción de nuestro pasado colonial, gracias a que empezaron a publicarse numerosas colecciones de documentos hasta entonces desconocidos, tanto en España como en otros países, como la Colección de Viajes de Martín Fernández de Navarrete, publicada entre 1825 y 1837; la Colección de Documentos Inéditos, en su mayoría del Archivo de Indias, conocida como Colección Torres de Mendoza, en 42 volúmenes, publicada a partir de 1864, o la Bibliotheca Americana Vetusissima de Henry Harrisse, publicada en 1866. Libros de los cronistas, hasta entonces inéditos, se publicaban por primera vez, o eran reimpresos con estudios críticos, haciéndolos más accesibles a los estudiosos.
En 1825 José Cecilio del Valle escribe Prospecto de la historia de Guatemala, donde reconoce la importancia del conocimiento histórico, proponiendo un plan que diera cuenta de la historicidad del Reino (lo que incluía Honduras), en el que sostenía que la evolución de todos los pueblos pasa por “tres estados: el de la ignorancia, el del error, y el de la ilustración”. Consideraba que la historia era “Política en acción”, y proponía que cada República publicara un “anuario político literario”, nombrando un “historiógrafo” al que se franqueasen todos los documentos y se publicase su obra. Pensaba asimismo, que el “buen historiador” es aquel que ha sido “espectador de los sucesos”. No desarrolló estas ideas, aunque afirma haber escritos sobre el tema unos “apuntamientos” o “Memoria”. Con un criterio historiográfico más propio del siglo XX, señalaba la importancia de escribir la historia de los sin historia, de personas humildes como los que trajeron el trigo o el arroz a América, que sólo exaltar a las grandes personalidades. Tiene el mérito de ser tal vez el primer hondureño en pensar históricamente.
Poco después se inicia la práctica de redactar Memorias por parte de algunos personajes que jugaron un papel importante en la historia hondureña del siglo XIX, como las Memorias de Francisco Morazán, escritas en el exilio en David, Panamá (que cubren hasta el 13.IV.1829 y dejó inconclusas), publicadas en 1842; las Memorias del general Vicente Filísola, en 1848; las Memorias Justificativas de Manuel Arce, o las Memorias para la historia de la Revolución de Centro-América, de Manuel Montúfar, publicadas en 1832.
También empezaron a publicarse historias sobre episodios recientes o biografías de figuras señeras. Así, el abogado, diplomático, político e historiador guatemalteco Lorenzo Montúfar Rivera (1823-1898), publicó Walker en Centroamérica, entre 1877 y 1888, y las biografías de José Francisco Barrundia y de Francisco Morazán. Ramón Rosa publica a su vez varias biografías, como la de Morazán, publicada en 1882, la de José Cecilio del Valle y la de José Trinidad Reyes, entre otras.
Por otra parte, las nacientes repúblicas, luego de la Independencia, necesitaban fortalecer su identidad como naciones, o explicar los obstáculos históricos que dificultaban su desarrollo nacional. Empezaron entonces a publicarse las primeras historias generales y compendios históricos. En 1837 Alejandro Marure publica una interpretación liberal, en su Bosquejo histórico de las revoluciones de Centroamérica, y en Efemérides de los hechos notables acaecidos en la República de Centro América desde el año 1821 hasta el de 1842 (Guatemala, 1844).Le sigue Lorenzo Montúfar Rivera, en su monumental Reseña histórica de Centro-América en siete volúmenes (Guatemala, 1878-1879), que se convierte en la versión canónica por muchos años. José Milla, publica Historia de la América Central, en dos volúmenes, en 1879-1882. Miguel González Saravia publica el Compendio de la Historia de Centroamérica.
LA HISTORIA EN LAS REFORMAS LIBERALES
Es en esta corriente que se inscribe el Compendio de la Historia Social y Política de Honduras, aumentada con los principales acontecimientos de Centroamérica, de Antonio R. Vallejo, quien para escribirla fue comisionado por el gobierno liberal de Marco Aurelio Soto y Ramón Rosa en 1878 y se publicó en 1882. Significativamente, su obra hace omisión de toda la historia del período colonial y empieza en 1811,para concluir en 1829, ya que sólo publicó el primer tomo. Usó como fuentes, las Memorias de Morazán, Filísola, Arce y Montúfar, y los compendios de historia de Centroamérica entonces publicados. Agregó un apéndice documental compuesto por fuentes hasta entonces inéditas. Publicó también el Primer Anuario Estadístico de Honduras (1897), basado en el censo de 1889 (que él mismo hizo con solo un asistente) y que también trae información histórica. Además, bajo su dirección se creó en 1880 el Archivo del Estado y la Biblioteca Nacional, dos avances institucionales básicos para la recuperación de nuestro pasado.
El discurso que en la inauguración del Archivo del Estado pronunció Ramón Rosa, principal ideólogo de las Reformas Liberales, expresa con claridad los propósitos que motivan su creación y el estímulo a los estudios históricos: la necesidad de encontrar una identidad propia, legitimar la República a través del conocimiento del pasado, y fortalecer el Estado-nación sobre fundamentos históricos.
LA HISTORIOGRAFÍA DE PRINCIPIOS DEL S. XX
Gracias al resurgimiento cultural que promueven las reformas liberales de Marco A. Soto y de Ramón Rosa, y los recién creados Archivo del Estado y la Biblioteca Nacional, aparece desde 1904 la Revista del Archivo y Biblioteca Nacional, donde empiezan a publicarse numerosos documentos de la historia hondureña. Allí apareció por primera vez el poema “A Honduras”, de Agustín C. Coello, que luego se convirtió en nuestro himno nacional, y en 1905 la Revista publicó el Compendio Elemental de la Historia de Honduras de Félix Salgado.
Los antecedentes historiográficos acumulados desde el S. XIX culminan años más tarde en una obra básica: el Bosquejo Histórico de Honduras, de Rómulo E. Durón, que se extiende desde la llegada de Colón hasta 1921, y fue publicado en dos tomos en 1927, siendo el primer trabajo completo de su género en nuestro país. Durón además publicó numerosas biografías y trabajos monográficos sobre nuestra historia, y se convierte en el historiador hondureño más importante de la primera mitad del siglo XX. El mismo año, Félix Salgado publica Elementos de Historia de Honduras, en 279 páginas, realizando un nuevo intento por sistematizar la historia de Honduras. Además, en 1926 se creó la Sociedad Hondureña de Geografía e Historia, que durante muchos años estuvo realizando notables aportes al conocimiento de nuestro pasado. Y continuó haciéndolo cuando en 1969 se convirtió en la Academia Hondureña de Geografía e Historia.
UNA NUEVA CONCIENCIA HISTÓRICA
La acumulación de todos estos esfuerzos contribuyeron a forjar la historicidad hondureña, es decir, que nuestra memoria colectiva se iba fortaleciendo, apoyándose fundamentalmente en obras como las mencionadas. Pero el conocimiento del pasado continuó enriqueciéndose, y a medida que avanzaba el siglo XX empezó a hacerse evidente una progresiva renovación de nuestra conciencia histórica, gracias a los trabajos de autores extranjeros (como Robert S. Chamberlain, Troy Floyd, Carlos Meléndez Ch., Murdo McCleod, Mario Rodríguez, y Linda A. Newson, entre otros) y sobre todo de historiadores hondureños, como Esteban Guardiola, Rafael Heliodoro Valle, Ernesto Alvarado García y José Reina Valenzuela, y más tarde, Medardo Mejía, Ramón Oquelí, Mario Felipe Martínez, Rafael Leiva, Leticia de Oyuela, Longino Becerra, Marcos Carías, María de los Ángeles Chaverri, Marvin Barahona, Rodolfo Pastor Fasquelle, Darío Euraque y Mario Argueta. La lista de historiadores más jóvenes es aún mayor y sigue aumentando.
Las aportaciones de unos otros —sobre todo desde que empezaran a profesionalizarse los estudios históricos en la década de 1970, contribuyeron a que cada vez conociéramos más nuestro pasado, exhumando documentos hasta entonces desconocidos, introduciendo temas que antes no habían tenido historia, y revisando de arriba abajo las interpretaciones tradicionales.
En 1952 se fundó el Instituto Hondureño de Antropología e Historia, que desde años lleva desarrollando proyectos arqueológicos en Copán, Yarumela, El Puente, Talgua, entre otros, y el rescate del patrimonio cultural hondureño de los centros históricos de Comayagua y Santa Rosa de Copán, o la restauración de monumentos como la Fortaleza de Omoa, el Castillo San Cristóbal, en Gracias, la Antigua Casa Presidencial y la catedral de Comayagua.
En 1977 se crea la carrera de historia en la UNAH, que mantiene constantes talleres locales y regionales. Medardo Mejía publica en 1983-1992 una Historia de Honduras en seis tomos; además, se publican constantemente nuevas monografías y obras colectivas, como la colección de estudios históricos en tres tomos de Roberto Sosa, y en el mercado circulan varios Compendios históricos. Incluso se han escrito diversas novelas históricas basadas en concienzudas investigaciones del pasado hondureño. Nuestra memoria histórica se ha ido enriqueciendo, y este proceso continúa sin cesar, creando una nueva conciencia de nuestra identidad nacional.
PANEL 6. ORDENACIÓN DEL TERRITORIO EN EL SIGLO XIX
Panel 6 (A) PERSISTENCIAS COLONIALES Y POBRE INTEGRACIÓN REGIONAL
Tras la independencia de Honduras en 1821, persistieron gran parte de las estructuras coloniales. La producción minera decayó desde principios del siglo XIX. La economía era básicamente de subsistencia, el comercio reducido, y las pocas actividades productivas eran de carácter tradicional y se encontraban dispersas. El paisaje económico semejaba un mosaico compuesto de pequeñas zonas productivas discontinuas y desarticuladas. Honduras carecía de un centro integrador hacia al cual pudieran converger las actividades productivas de sus distintas regiones, ya que carecía de una verdadera capital económica. Los mercados que atraían sus productos estaban afuera: en Guatemala, El Salvador, Belice, o La Habana. Esta situación se mantuvo durante gran parte del siglo. Fue un largo período caracterizado por la desintegración regional.
La producción tabacalera de Copán, que se desarrolló en el siglo XVIII al crearse el monopolio estatal del tabaco durante las reformas borbónicas, se enviaba sobre todo a El Salvador y Guatemala. Pero debido a la falta de caminos, al elevado costo del transporte, y a los fraudes al estanco del tabaco, la producción tabacalera no contribuyó a vincular el norte con la zona central del país.
Por otra parte, la producción minera se encontraba en franca decadencia, su explotación se hacía con técnicas rudimentarias y arcaicas, las minas y la capital, situadas en medio de montañas, eran de difícil acceso y Tegucigalpa tenía fama de ser “la ciudad más cara del reino de Guatemala”.
Al Sur, Choluteca y Nacaome tenían alguna producción minera y sobre todo ganadera. Esta última había sido la ruta terrestre tradicional hacia Nicaragua, Costa Rica y Panamá, pero la producción minera y ganadera era muy limitada. El uso de Amapala como puerto de escala en la ruta California-Panamá durante la Fiebre del Oro en 1850, fue de corta duración, al ser desplazado por otros puertos en el Pacífico.
En resumen, debido a su aislamiento y a la pervivencia de estructuras arcaicas, Honduras carecía de integración territorial interna y era mínima su vinculación a los mercados mundiales. Nada de esto escapaba, por supuesto, a los hondureños, que no dejaron de realizar esfuerzos por cambiar la situación. De hecho, también otras antiguas colonias españolas se encontraban en condiciones similares y cada una a su manera trató de introducir cambios profundos en sus estructuras económicas. Honduras trató de no quedarse atrás.
Panel 6 (B) EL NUEVO ORDEN ECONÓMICO MUNDIAL DEL SIGLO XIX
SE ROMPEN LOS CIRCUITOS TRADICIONALES
A partir de 1808, debido a la invasión napoleónica y la grave crisis subsiguiente, se interrumpieron las comunicaciones con España, y esta ruptura de lazos con la Madre Patria representó para la gran mayoría de las antiguas colonias una suerte de borrón y cuenta nueva. Se suspendieron bruscamente las solidaridades económicas y políticas que habían existido directamente con España o con otras colonias del antiguo imperio español; los tradicionales circuitos comerciales que vinculaban unas regiones con otras dentro del Imperio quedaron interrumpidas, y en general la economía hispanoamericana se hundió en una profunda depresión.
De esa manera, cada nueva república trató de rehacer su economía buscando vincularse a la Gran Bretaña, entonces la principal potencia económica y marítima de Occidente. Algunos países trataron incluso de aliarse políticamente a Gran Bretaña, en condición de protectorados. Diversas circunstancias, en cada caso, demoraron por muchos años el encuentro de soluciones, y un estado de postración económica prevaleció en Hispanoamérica durante varias décadas, hasta mediados del siglo XIX, cuando empezaron a sentirse los efectos de cambios profundos, como la revolución de los transportes —sobre todo con el ferrocarril y los vapores—; el desarrollo de las costas del Oeste de Estados Unidos tras el descubrimiento de grandes yacimientos de oro en California; la apertura y ampliación de nuevos mercados para productos no tradicionales —como el café, y más tarde el banano— o bien productos que eran necesarios para las nuevas tecnologías —como el caucho.
INNOVACIONES TECNOLÓGICAS
En la segunda mitad del siglo XIX aparecieron innovaciones tecnológicas como los colorantes y las fibras artificiales, que obligaron a los países que producían añil y grana —como Guatemala y El Salvador— a reconvertir sus economías. En este período se inventó el motor de explosión, que usaba al principio gas y luego gasolina y diesel, y a fines del siglo se instalaron las primeras centrales eléctricas, la refrigeración industrial, la telefonía, la lámpara incandescente. En los primeros años del siglo XX se inventa también el telégrafo inalámbrico o radiotelegrafía. Fue un período de grandes cambios y cada país debía ajustarse rápidamente a ellos, o seguir sumido en la postración y la marginalidad.
Sin embargo, ninguna transformación era posible sin mejorar las comunicaciones internas, integrar económicamente los territorios nacionales y explotar productos que pudieran interesar a los mercados internacionales. Para algunos países la solución de las comunicaciones internas se convirtió en el gran proyecto nacional.
PANAL 6 (C) LA UTOPÍA DE LA UNIÓN INTEROCEÁNICA
Casi inmediatamente después de declarada la independencia de España, muchos países hispanoamericamos trataron de modernizar sus economías y se abocaron a la búsqueda de soluciones para desarrollar sus medios de comunicación interna y abrir sus productos a los mercados exteriores. A fines del siglo XVIII estudiosos de España, Inglaterra y Francia, habían debatido sobre la posibilidad de abrir un canal por Centroamérica o por Panamá, y el tema volvió a abrirse tras la independencia, excitando la imaginación de muchos líderes centroamericanos. Bolívar encargó estudios para un canal por Panamá, cuyo informe, con un mapa indicando la misma ruta que luego siguieron los franceses y los norteamericanos, se le entregaron en 1827. Se discutían también soluciones alternas, como caminos de macadam, o ferrocarril, que era la última tecnología en materia de transportes.
Francisco Morazán, como político visionario que era, planteó el tema en su discurso de investidura cuando tomó posesión del gobierno en 1830. Inglaterra, por su parte, empezó a interesarse por la apertura de un canal por Nicaragua, y en 1842, para asegurar esa ruta, ocupa San Juan del Norte, a la vez que consolidaba su protectorado sobre la Mosquitia nicaragüense-hondureña y trataba de controlar la Isla del Tigre, en el Golfo de Fonseca, donde Honduras acababa de fundar en 1838 el puerto de Amapala con la idea de que sirviera como terminal marítimo de la posible ruta interoceánica. El escenario para un conflicto internacional estaba montado.
PANEL 6 (D) TENSIONES DIPLOMÁTICAS
El presidente de Honduras, Francisco Ferrera, se mostró complaciente con las pretensiones británicas, al extremo de reconocer la legitimidad del rey Mosco que había impuesto Gran Bretaña. Su sucesor, Juan Lindo, sin embargo, rehusó someterse, y el cónsul británico Frederick Chatfield, le intimó a que reconociera la soberanía del reino de la Mosquitia sobre un territorio que se extendía desde Trujillo hasta la frontera con Costa Rica, con lo que Honduras perdería un tercio de su territorio. Al negarse Lindo a acceder, Chatfield ocupó con una fragata a su mando la Isla del Tigre en 1849, mientras que otro capitán británico se apoderaba de Trujillo.
Lindo, por su parte, se apresuró a firmar un Tratado con el cónsul de Estados Unidos, Ephraim George Squier, que recién había llegado, mediante el cual la Isla del Tigre quedaba bajo el protectorado de ese país, gracias a lo cual Chatfiel tuvo que retirarse de la isla. Esta situación creó una gran tensión diplomática entre Estados Unidos y Gran Bretaña, y en 1850 firmaron el Tratado Clayton-Bulwer mediante el cual se neutralizaban mutuamente acordando actuar conjuntamente en cualquier proyecto de canal por Centroamérica.
El Tratado angloamericano coincide con el comienzo del declive de la supremacía británica en Centroamérica y con el ascenso de la influencia de los Estados Unidos. Sin embargo, Gran Bretaña no cedió fácilmente a sus pretensiones. Antes de retirarse del consulado, Chatfield dejó ocupadas las Islas de la Bahía por unos colonos ingleses, lo que agravaba los problemas pendientes. Sin embargo, años más tarde, en 1859, el sucesor de Chatfield, Charles Lennox Wyke, firmó el Tratado Wyke-Cruz, que reconocía la soberanía de Honduras sobre la Mosquitia, hasta el cabo de Gracias a Dios, y Gran Bretaña devolvía las Islas de la Bahía. El 30 de julio de 1860 las tropas británicas arriaron su bandera y se retiraron de las islas, que retornaron a la soberanía hondureña. Era un gran paso en el proceso de integración del territorio hondureño.
PANEL 6 (E ). LA ILUSIÓN DEL FERROCARRIL TRANSÍSTMICO
Para el gobierno hondureño resultaba imposible un proyecto de comunicación entre los mares cuando no tenía control efectivo sobre gran parte de sus costas caribes, por lo que el general José Trinidad Cabañas, viejo compañero de armas de Morazán y sucesor de Lindo, aprovechando las rivalidades entre las dos potencias y para ganarse el apoyo de Estados Unidos, le propuso al cónsul norteamericano Squier una concesión del Estado hondureño para que construyera una línea de ferrocarril que uniera el litoral caribeño con Amapala.
Las concesiones a Squier eran excesivamente generosas ya que se le otorgaban todas las ventajas como dueño del ferrocarril, y Honduras sólo percibiría un modesto peaje por los usuarios. Incluso se consideró violatorio de la soberanía hondureña. Pero aunque la Concesión fue ratificada en1854, el ferrocarril nunca llegó a construirse, ya que perdió todo interés al terminarse en 1855 el ferrocarril transístmico por Panamá, también con capital norteamericano.
Sin embargo el sueño de un ferrocarril continuaría siendo el gran proyecto nacional de los hondureños, y en 1866 el propio Estado se propuso hacerlo, iniciándose negociaciones en Londres y París para conseguir el dinero. Se obtuvieron 6 millones de libras esterlinas. Pero solo se invirtieron en la construcción del ferrocarril 300 mil para el tramo de la vía que unía Puerto Cortés, creado para ese fin, con La Pimienta, situado entre San Pedro Sula y el lago de Yojoa. El resto de los 5,7 millones de libras esterlinas tuvieron que destinarse al pago de deudas que había contraído el Estado en los años anteriores con la Banca británica y que no acabarían de saldarse ¡hasta 1953! durante el gobierno de Juan Manuel Gálvez.
Teniendo esta enorme deuda de arrastre y siendo necesario conseguir nuevos préstamos para pagar intereses, el ferrocarril no pudo continuarse, quedando reducido apenas a una fracción de lo proyectado. En 1870 tuvo que negociarse otro préstamo en Londres sólo para salvar los dos préstamos anteriores, y para esa fecha, los capitales internacionales habían perdido todo interés por el ferrocarril hondureño ya que acababa de construirse en Estados Unidos el Union Pacific Railroad, que unía las costas del Este con California.
El sueño de un ferrocarril interoceánico quedó truncado para siempre. Sin posibilidad de atraer capitales internacionales para su construcción, se convierte en un proyecto sólo de interés local limitado a la integración del territorio hondureño, sobre todo para incorporar al desarrollo del país las costas del litoral Caribe, escasamente pobladas y donde el gobierno no ejercía ningún control. No volverían a conseguirse fondos para completar el ferrocarril, y aún hoy día lo construido apenas llega a extenderse algo más allá de donde quedó hace siglo y medio.
Nota Museografica. Fotos de Morazán, de Ferrera, de Chatfield, de Squier, de Lindo, de Cabañas. Reproducción o si es posible original del Tratado Wyke-Cruz. Mapa de Honduras indicando la recuperación de la Mosquitia e Islas de la Bahía y trazado de limites. Foto del Ferrocarril de la época situado frente al Cuartel de lasFuerzasArmadas. Fotos u originales de los tratados. Mapa indicando la linea del ferrocarril. Estudiar posibilidades de incorporar a la museografía la locomotora que se encuentra a la entrada de un cuartel militar de Tegucigalpa.
Algún documento sobre pago de estos empréstitos. (Bonos emitidos por el Estado? Tal vez noticia aparecida en periódicos de la época de Gálvez.
Panel 5 (f). REFORMAS LIBERALES E INTEGRACIÓN TERRITORIAL
EL IMPACTO IDEOLÓGICO DE LA SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
La segunda mitad del siglo XIX fue testigo de una verdadera revolución tecnológica. Este período se conoce como “segunda revolución industrial”. Un clima intelectual de verdadero frenesí se apoderó de políticos, intelectuales y empresarios, dando origen a una poderosa corriente modernista —inspirada en la filosofía positivista de Augusto Comte—, y una delirante carrera para realizar proyectos ambiciosos, audaces e imaginativos.
LA PRIMERA MODERNIZACIÓN DE HONDURAS Y MARCO AURELIO SOTO
Fue en esa coyuntura histórica que en 1876 llega al poder en Honduras el liberal Marco Aurelio Soto. Inspirado en las nuevas corrientes progresistas, en compañía de su primo hermano, fiel amigo y principal ministro y colaborador Ramón Rosa, se abocó inmediatamente a establecer un revolucionario paquete de reformas radicales en el campo jurídico y administrativo, y en el breve lapso de seis años modificó institucional y económicamente la fisonomía del país. A este período se le conoce como de las Reformas Liberales.
A los pocos meses de llegar al poder, Soto ordena rescatar el ferrocarril de Puerto Cortés a Pimienta, entonces paralizado por falta de mantenimiento. Poco después, el tramo entre Puerto Cortés y San Pedro Sula ya está en condiciones de ser usado. Empiezan a colocarse postes de telégrafos entre distintos centros urbanos y el 1 de julio de 1877se establece la primera conexión entre Tegucigalpa y Comayagua. Luego se integran a la red nacional La Paz, Choluteca, Copán, Gracias y Santa Bárbara. También se instala el cable submarino, que conecta la red hondureña directamente a Cuba, que a su vez se enlaza con Florida y la red telegráfica de Estados Unidos y del resto del mundo. Otras conexiones unen a Honduras con Guatemala, El Salvador y Nicaragua.
Al mismo tiempo, para sustraer a Honduras de su aislamiento internacional, Soto crea el Correo Nacional, quedando así integrada a la red mundial que para entonces se encontraba en proceso de creación. Observando el éxito extraordinario que tenía la exportación de café en otros países centroamericanos, sobre todo en Costa Rica, Soto trató de estimular su producción, estableciendo la Ley Agraria en 1877 y ordenando la desamortización de los bienes de manos muertas en propiedad de la Iglesia. Reorganiza las Aduanas, y los ingresos estatales casi se triplican en tres años. En 1879 establece en Tegucigalpa una Casa de la Moneda para acuñar el numerario nacional. Crea el ministerio de Defensa para que organice el primer ejército auténticamente nacional, encargando la tarea a los generales cubanos Antonio Maceo y Máximo Gómez, exiliados entonces en Honduras. Otro cubano exiliado, Tomás Estrada Palma, que luego de la independencia de su país sería su primer presidente, es encargado de organizar el sistema postal.
Durante la administración de Marco Aurelio Soto, la producción de las minas de plata, en las que él mismo tenía intereses económicos propios, conocieron un nuevo despegue, y siendo que Tegucigalpa se había convertido en el principal centro minero y económico del país, decidió en 1880 trasladar hacia allí la capital. Comayagua, capital de Honduras hasta ese momento, se encontraba en plena decadencia, mientras que en Tegucigalpa el auge minero, estimulado por abundante capital extranjero, sobre todo norteamericano, promovía gran cantidad de actividades económicas en la zona próxima.
El auge de la minería cambió radicalmente la situación de aislamiento de Tegucigalpa y el centro de gravedad económica del país se desplazó hacia la nueva capital. Soto inició así la construcción de una carretera pavimentada para conectar Tegucigalpa con la costa del Pacífico. En 1881 ya estaban construidos 40 kilómetros para el tránsito de carretas de cuatro ruedas tiradas por mulas.
En vista de estos notables adelantos, algunos entusiastas retomaron la histórica idea de la ruta transístmica, pero nuevamente el momento no era oportuno, pues justo durante la administración de Soto, los franceses dieron comienzo a la construcción del canal por Panamá, y la comunidad internacional perdió interés en los proyectos interoceánicos de Nicaragua, el istmo de Tehuantepec y Honduras.
LUIS BOGRÁN CONTINÚA LA OBRA DE SOTO
Durante la administración de Soto, Honduras se convirtió en un Estado moderno, y su sucesor, el general Luis Bográn, continuó su obra, terminando la carretera de Tegucigalpa al Pacífico. Su lema de gobierno era Paz, Progreso y Caminos. En 1888 se establecieron los dos primeros bancos privados que introdujeron el uso de papel moneda y se crearon los primeros diarios no oficiales. En 1891 Bográn dotó de agua de cañería a Tegucigalpa. La Universidad hondureña fue modernizada con nuevas facultades basadas en las últimas corrientes modernistas, para lo cual llegaron catorce profesores españoles.
A fines del siglo empezaron a proliferar industrias para fabricar bebidas gaseosas, cerveza, jabón, fósforo, harina y zapatos. En el Norte aparecen industrias agrícolas no tradicionales como el algodón, el azúcar y el aceite de coco. Algunos inmigrantes recién llegados se dedican a desarrollar pequeñas industrias artesanales para producir hamacas, sogas, petates y sombreros “Panamá”. La producción de tabaco conoce un nuevo auge a partir de 1878, cuando inmigrantes españoles desarrollan el cultivo en el valle del Río Copán.
Pero ninguna de estas actividades económicas se comparará con lo que vendría después, cuando aparece un nuevo producto que revolucionará la industria, convertirá a Honduras, por primera vez, en un país agroexportador importante, y cambiará nuevamente su centro de gravedad geográfica.
PANEL7. EL IMPERIO DEL BANANO Y LA DISLOCACIÓN TERRITORIAL
Panel 7 (A) POLÍTICAS MIGRATORIAS Y AGROEXPORTADORAS A FINES DEL S-XIX
Las reformas liberales de fines del siglo XIX contemplaban dos aspectos básicos en su programa de consolidación nacional y de desarrollo económico: por una parte, la inversión de capital extranjero, ya que faltaba capital local y la burguesía hondureña era todavía muy débil, y por otra, incentivar la inmigración, sobre todo de europeos y norteamericanos. Este impulso tuvo resultados distintos a los esperados, pero no menos sorprendentes.
Se había observado que en Guatemala, El Salvador y Costa Rica, se estaba desarrollando la economía agroexportadora basada en el café, gracias a las inversiones de capital extranjero tanto inglés como norteamericano. Honduras quiso seguir ese camino, y para ello promulgó leyes concediendo tierras y exenciones fiscales para atraer la inmigración, estableciendo agencias para ese fin en sus consulados.
El énfasis de las reformas liberales se había puesto en la agricultura, confiando en que el café sería un factor clave en la salvación de la economía. Pero la escasez de capitales y la desarticulación del territorio por falta de caminos, impidió que el café prosperara. En cambio el capital extranjero llegó a Honduras para invertir en la minería y luego en el cultivo del banano.
A lo largo del siglo XIX se habían otorgado cerca de 300 concesiones para explotar la minería, y a fines de 1879 se establece en San Juancito, en las cercanías de Tegucigalpa, la Rosario Mining Co. con un capital de 1,5 millones de pesos, siendo socio minoritario el presidente Marco Aurelio Soto. Esta empresa se convierte en la principal compañía transnacional hasta la entrada del siglo XX, cuando el polo económico se desplaza hacia la costa Norte con el desarrollo del cultivo del banano.
PANEL 7(B) ORIGEN DE LAS BANANERAS E INCORPORACIÓN DEL FRENTE CARIBEÑO
Desde las últimas décadas del siglo XIX algunos países centroamericanos, incluyendo Honduras, empezaron a exportar bananos a Nueva Orleans. Era un negocio en manos de pequeños y medianos productores tanto hondureños como extranjeros, cuyo producto era comercializado por agentes norteamericanos en Nueva Orleans y Mobile. Luego, a principios del S. XX, al aparecer los transportes refrigerados que permitían llevar mayor volumen de bananos con menos pérdidas, y ampliarse el mercado de consumidores hacia el noreste de Estados Unidos, la flota bananera fue creciendo y aumentaron progresivamente las exportaciones.
La incorporación de cámaras refrigeradas a la flota de barcos cada vez más grandes, y la construcción de instalaciones portuarias adecuadas, exigía fuertes inversiones de capital. De esa manera, en poco tiempo, entre fines del S. XIX y principios del XX, el negocio quedó concentrado en grandes compañías bananeras de capital norteamericano, y los antiguos empresarios locales fueron desplazados. Estas nuevas empresas —La Vaccaro Brothers, establecida en 1899, transformada en 1923 en la Standard Fruit Co., la Cuyamel F. Fruit Co., fundada en 1911, y a partir de 1912 la United Fruit Co.,con sus subsidiarias la Tela Railroad Co y la Truxillo Railroad Co.— ocuparon vastas extensiones en la costa Norte, hasta entonces subutilizada, y se aprovecharon de manera abusiva de las políticas concesionarias del gobierno, empeñado entonces en su programa de atraer inmigrantes, capital extranjero, estimular las agroexportaciones, y desarrollar las comunicaciones internas.
Dado que en Honduras no había suficientes capitales, y la costa Norte estaba poco poblada y carecía de comunicaciones adecuadas con el resto del país, el gobierno hondureño consideró un buen negocio entregarle a los dos grandes compañías bananeras norteamericanas, la United Fruit Company y la Cuyamel F. Fruit Co., virtualmente todas las tierras que necesitaban para sus cultivos, a cambio de que terminaran el viejo proyecto del ferrocarril para unir el Norte con el Sur y de esa manera poder consolidar la integración territorial.
PANEL 7 (C) “REPÚBLICA BANANERA”
Bajo estos estímulos la expansión de la producción bananera se desarrolló a pasos agigantados. Entre fines del siglo XIX y principios del XX, Honduras se convierte en el principal productor de banano del mundo, y las exportaciones de este producto superan con creces cualquier otro rubro en la economía del país. En 1902 aventaja por primera vez el valor de la producción minera. En 1929, la producción llegaba a 29 millones de racimos con un valor de 23 millones de dólares. La actividad bananera representa entonces el 85% de las exportaciones del país, mientras que la producción minera ocupaba solo el 6%.
El Norte de Honduras, que había tenido muy poco valor económico para el resto del país, quedó profundamente transformado debido a este formidable crecimiento, convirtiéndose en el gran motor económico del país, desplazando totalmente a la zona meridional, dominada hasta entonces por el complejo Tegucigalpa-Choluteca-Amapala. El polo económico del país se desplaza hacia el Norte. Honduras se convirtió entonces en un país monoproductor y monoexportador de bananos.
En pocos años, el poder económico de los gigantes bananeros, con sus vínculos supranacionales, sobrepujan con mucha ventaja los recursos del Estado hondureño, permitiéndoles influir de manera decisiva en la política doméstica, doblegando a su favor la voluntad de los gobiernos para ampliar sus privilegios y favorecer sus intereses; apoyando a uno u otro de los dos Partidos históricos según su conveniencia, durante la guerra civil de 1923-1924 —la Cuyamel a los rojos liberales y la United Fruit a los azules nacionales—, o deponiendo o instalando en la presidencia al candidato de sus preferencias. Se ha considerado que la concentración del poder que ejercen las bananeras durante ese período y en los años siguientes, convierten a Honduras en un “país rehén” onerosamente dependiente de sus intereses. Fue en ese período que se acuñó el término denigrante de “República Bananera”.
7 (D ) EL ENCLAVE BANANERO Y LA DISLOCACIÓN TERRITORIAL
Siendo esto así, los acuerdos entre el gobierno y las bananeras para construir el ferrocarril nunca se cumplieron, salvo, eso sí, las líneas que comunicaban las zonas donde se cultivaba el banano. La esperada integración territorial del país no se produjo, y el exagerado crecimiento del sector bananero introdujo más bien nuevos elementos de desarticulación territorial, creando dos zonas totalmente dispares y hasta contrastantes.
Mientras el Sur, en torno a la capital, Tegucigalpa, permanece anclado en la tradición, y la minería se estanca, en el Norte las compañías bananeras diversifican sus actividades: invierten en plantaciones de caña de azúcar y en ingenios azucareros, inician la construcción de cervecerías, fábricas de hielo, de bebidas gaseosas, de jabones y de calzados. Los puertos norteños de Trujillo y Puerto Cortés renacen, crecen rápidamente La Ceiba y Tela y San Pedro Sula se convierte en el polo dinámico de la región, cuya influencia se extiende desde la Mosquitia hasta Guatemala. Para la década de 1920 apenas quedaban operarios en las minas, mientras que en las bananeras trabajaban más de 22,000 empleados.
Los contrastes son evidentes, incluso en el aspecto social. En la zona meridional prevalece un ambiente provinciano, la naciente burguesía posee poca fuerza, el campesinado continúa atrapado en sus usos tradicionales, y comparte los valores de la vieja élite, que continúa manteniendo una relación paternalista con el campesinado. En cambio el Norte está dominado por la modernidad: una creciente masa laboral vinculada a las bananeras está compuesta por inmigrantes de Centroamérica y anglófonos de Jamaica y las Islas Caimán, que da origen al primer gran movimiento proletario y a las primeras huelgas de corte moderno (las de 1930 y 1932); los ejecutivos de los dos gigantes bananeros hacen las veces de poderosa e influyente burguesía local, gracias al respaldo del capital que manejaban y a sus vínculos internacionales.
En la Honduras meridional el mundo era muy distinto. Dado que los intereses de las élites hondureñas, vinculados tradicionalmente al agro y la minería, se concentraban en el Centro y el Sur, éstas percibían al enclave bananero como un mundo ajeno a ellas, como si fuera otro país. Por otra parte, las masas campesinas de la Honduras meridional no mostraban sentimientos de identidad de clase con los grupos obreros de las bananeras. Los universos mentales, socio-económicos y políticos, de las élites y los campesinos del Centro y el Sur, y por tanto sus aspiraciones colectivas, todavía eran muy diferentes a los habitantes del Norte hondureño.
De esa manera, el desarrollo del enclave bananero, lejos de contribuir a la esperada integración de Honduras, introdujo elementos de distorsión y desajustes, tanto económicos como sociales, políticos y territoriales.
PANEL 8. LA AVIACIÓN Y LA INTEGRACIÓN TERRITORIAL
Panel 8 (A) TIBURCIO CARÍAS ANDINO Y LA AVIACIÓN
En la década de 1930 se inicia una etapa de importantes cambios en Honduras. La Gran Depresión financiera mundial contrajo la producción bananera, y se iniciaron despidos masivos de obreros, e incluso se abandonaron vastas áreas de cultivos. El malestar laboral consecuente dio origen a las primeras grandes huelgas modernas del sector bananero.
Es una época de cambios de mentalidad en el pueblo hondureño, que empieza a dar expresión a sentimientos nuevos, como el antiyankismo, la xenofobia, y un creciente nacionalismo. Y en 1933, respaldado por la United Fruit Co., llega al poder Tiburcio Carías Andino, un caudillo populista, que instaura una dictadura que duraría 16 años, hasta 1949. Con su arribo al poder cesaron los recurrentes movimientos golpistas y alzamientos armados que habían caracterizado la política hondureña hasta entonces.
Carías gobernó con mano dura, y reprimió a sus opositores sin contemplaciones, sobre todo a los intelectuales y los sindicatos; fue responsable del asesinato de toda la familia de uno de sus adversarios políticos, y en 1937 ordenó la “Masacre de San Juan”, donde los varones de ese pueblo garífuna fueron obligados a cavar sus propias tumbas. Pero durante su administración prevaleció un ambiente de relativa tranquilidad, como pocas veces se había conocido en el país. Gracias a su política populista, tuvo la habilidad de apropiarse de los nuevos valores sociales que iban surgiendo en los sectores populares, que lo identificaban como la encarnación de la hondureñidad y del “país profundo”. De esa manera, pudo reprimir a los obreros de las bananeras, sin que protestaran las masas campesinas del interior del país. También servía de esa manera a los intereses de la United Fruit.
PANEL 8 (B) NACIMIENTO DE LA AVIACIÓN EN HONDURAS
Para un país extenso como Honduras, desprovisto de buenas comunicaciones y con una topografía tan complicada y difícil, se hizo evidente desde que apareció la aviación, que ésta debía convertirse en un instrumento vital para acortar distancias, cohesionar el país y proteger sus fronteras en disputa.
Sin embargo, el interés por establecer una línea aérea de recorrido interno o de crear una Fuerza Aérea tardó varios años en madurar. Ya en 1917 el gobierno hondureño había considerado adquirir un avión para el ejército, aunque esto no pasó de ser una idea. Luego, en 1921 el gobierno del general Rafael López Gutiérrez adquirió un avión Bristol H-9 de 300 caballos de fuerza, artillado, monoplaza y equipado con un motor Hispano-Suizo. Para que lo volara se contrató a un veterano inglés de la Primera Guerra Mundial llamado Ivan Lamb, que no tardó en accidentarse. Durante los años siguientes, se introdujeron otros aviones para uso privado, incluso para establecer un servicio aeropostal y abrir una escuela de pilotaje, pero ninguno de estos proyectos resultó exitoso.
Sin embargo, poco después, la utilidad de la aviación con fines militares le abrió una nueva dimensión al tema. En abril de 1924, cuando las fuerzas de los generales Vicente Tosta y Tiburcio Carías Andino, sitiaron Tegucigalpa para derrocar el gobierno del general López Gutiérrez (durante las llamadas Guerras Intestinas), éste último contrató los servicios del piloto norteamericano Frank Brown para bombardear la capital, en particular el Cuartel de San Francisco, donde se concentraban las fuerzas gobiernistas.
Pocos años más tarde, durante la administración del presidente Vicente Mejía Colindres en 1929, se anunció el proyecto de crear una Fuerza Aérea, establecer una Escuela de Aviación, y mejorar el aeropuerto de El Toncontín y varias pistas de aterrizaje. Pero la creación de la Fuerza Aérea Hondureña y la utilización a fondo de la aviación con fines militares llegaría después, durante la prolongada dictadura de Tiburcio Carías Andino.
PANEL 8 ( C) CARÍAS, LOWELL YEREX, LAS FUERZAS AÉREAS Y LA TACA
En 1931 llegó a Honduras un piloto de caza neozelandés que había combatido en la Primera Guerra Mundial, llamado Lowell Yerex. Empezó modestamente con una avioneta transportando cartas que llevaba a distintos rincones del país, cobrando 4 dólares por kilo, con lo que hizo una fortuna. Un año más tarde, era propietario de tres aviones y fundó la compañía área Transportes Aéreos Centro-Americanos, o TACA. Poco después estalla la guerra civil de 1932 a 1933, y Tiburcio Carías contrata a Lowell Yerex para que usara sus aviones contra las fuerzas enemigas, espiando desde el aire, o ametrallándolas y bombardeándolas.
Yerex fue herido en un ojo y fue sustituido en los bombardeos por otros dos pilotos norteamericanos. Al concluir la guerra con el triunfo de Carías, este le otorgó a Lowell Yerex concesiones en carácter de monopolio para el tráfico aéreo del país, a cambio de que mantuviera armados sus aviones y se comprometiera a ponerlos al servicio del gobierno en caso de necesidad. De los 21 aviones que tenía la compañía, tres debían estar equipados como bombarderos. De esa manera TACA se convertía en una suerte de fuerza área hondureña a cambio de franquicias postales y telegráficas, el uso gratuito de los aeropuertos, la exoneración de impuestos para importar tres aviones por año, mas sus herramientas y repuestos.
PANEL 8 (C ) LA AVIACIÓN Y EL CONTROL ESTATAL SOBRE TODO EL PAÍS
Gracias a tales concesiones, TACA pudo competir con ventaja contra la poderosa Pan American Airways. Para 1939 la compañía era dueña de 46 aviones que volaban por todo Centroamérica, desde Belice y Guatemala a Panamá, transportando 65,000 pasajeros anuales y utilizando 205 aeropuertos. Pero lo más importante es que, gracias a la aviación y a la empresa TACA, acompañadas del desarrollo del sistema de correos y de las telecomunicaciones, se fortaleció notablemente la capacidad del Estado de ejercer control sobre el resto del país.
Este control nacional se hizo aún más efectivo al crear el gobierno de Carías Andino, el 25 de febrero de 1936, la Fuerza Aérea Hondureña y la Escuela de Aviación Militar, un proyecto acariciado durante la administración de Mejía Colindres. Para fines de ese año, la Fuerza Aérea Hondureña contaba ya con 16 aviones, sobre todo Boeing. En 1938 ya tenía 23 aviones.
Mediante las telecomunicaciones y la aviación, podía establecerse un contacto instantáneo entre las distintas jefaturas militares y estas a su vez con puestos subalternos ocupados por los gamonales locales de confianza del régimen de Carías. Conscientes de sentirse vigilados, este sistema contribuyó a que los inconformes optaran por reprimir sus protestas, y a la vez, que los oportunistas, o los simpatizantes, hicieran más ostensibles y frecuentes sus manifestaciones de lealtad al gobierno. De esa manera, el sometimiento de las provincias al mandato del poder central se hizo sentir como nunca antes, contribuyendo a fortalecer la cohesión del espacio geográfico hondureño. Por primera vez, gracias a la aviación y a las telecomunicaciones, el Estado pudo asegurar un control mucho más eficiente sobre la totalidad del país. La aviación contribuyó a consolidar la dictadura de Carías, pero a la vez desempeñó un formidable papel como agente integrador del territorio nacional.
Panel 9. HONDURAS CULMINA SU INTEGRACIÓN TERRITORIAL
PANEL 9 (a) DE LA UNIDAD GEOPOLÍTICA AL CORREDOR LOGÍSTICO.
En la actualidad, Honduras es un Estado nacional unificado territorialmente. Alcanzar esa unidad geopolítica constituyó un esfuerzo histórico laborioso, sin duda mucho más difícil que el que debieron enfrentar los demás países hermanos de Centroamérica. Su red carretera vincula eficientemente el Sur con el Norte, y se extiende prolijamente por su compleja orografía montañosa, a lugares remotos de su extenso territorio, con cerca de 2,500 kilómetros pavimentados y 10,000 kilómetros de carreteras de todo tiempo.
En 1877 se estableció el telégrafo, dos años después se colocó el primer cable submarino, permitiendo a Honduras comunicarse telegráficamente con el exterior, en 1891 se instaló el primer teléfono y en 1921 se introdujo la radiotelegrafía. Y desde entonces, las líneas aéreas que surcan su espacio aéreo, la telefonía, la radio, el internet, y el sistema hidroeléctrico, hacen cada vez más densa y completa las comunicaciones entre los hondureños. Pero todavía continúan desarrollándose nuevos planes para hacer aún más efectivos los intercambios, como el proyecto de Canal Seco, que atraviesa el corredor natural del país uniendo los dos mares, materializando de esa manera una histórica ilusión nacional, y el de Telefonía Para Todos, que contribuye a fortalecer una mayor comunicación entre los hondureños. La unificación territorial de Honduras es un proyecto que no cesa y continúa perfeccionándose.
PANEL 9 (B) DEFINIENDO JURISDICCIONES INTERNAS
ORÍGENES DE LA PROVINCIA Y GOBERNACIÓN DE HONDURAS
Como parte de su proyecto de organización territorial, Honduras debía no sólo vincular ciudades y regiones, encontrar “productos motores” atractivos para el mercado externo, o abrir vías de comunicación; era además necesario que definiera sus respectivas jurisdicciones domésticas. Tampoco esto resultó fácil y fueron necesarios numerosos ajustes y cambios a lo largo de los siglos.
Las primeras circunscripciones surgen entre 1526 y 1529, cuando Andrés de Cereceda define la jurisdicción de la provincia de Honduras en los territorios situados en la costa caribeña, desde la cuenca del Río Ulua y el Valle de Naco, en el Golfo Dulce, hasta un punto impreciso de la costa noreste, que se extiende a partir de 1529 hasta el Cabo de Gracias a Dios, y hacia el interior, hasta el Golfo de Fonseca.
De esa manera quedan identificados de manera un tanto vaga los territorios denominados Higueras, situada al Noroeste, y Cabo de Honduras, al Noreste, para formar lo que llega a conocerse por algún tiempo como provincia de Higueras (o Hibueras) y Cabo de Honduras, o bien provincia de “Higueras y Honduras”.
Sin embargo, la resistencia indígena y las ambiciones del conquistador Pedro de Alvarado, que pretendía gobernar desde Guatemala sobre un vasto territorio que incluía Honduras, y los conflictos jurisdiccionales entre sus seguidores y los del Adelantado Francisco de Montejo, que había sido nombrado gobernador de Honduras en 1535, dificultaron la jurisdicción efectiva sobre la provincia, ya que se encontraba convulsionada por un estado de violencia y guerra.
Finalmente, para mediados del siglo, reprimidos los alzamientos indígenas y “pacificado” el territorio, comenzó la normalización de la vida colonial, pudiéndose ampliar la jurisdicción original para abarcar, desde Puerto Caballos, a lo largo de la costa Norte, hasta el cabo de Gracias a Dios, extendiéndose hacia al sur, en dirección al Pacífico, hasta el Golfo de Fonseca.
En 1562 se agrega una nueva circunscripción, con el nombre de Taguzgalpa, en la actual Mosquitia hondureño-nicaragüense. De esa manera se completaba la definición jurisdiccional del vasto espacio geográfico que coincide con el territorio de la actual Honduras.
LA AUDIENCIA DE LOS CONFINES
Pero también pasaron años antes de que se definieran las jurisdicciones de las provincias vecinas. A principios de la década de 1540, tanto la Audiencia de México como la de Santo Domingo, se disputaban su dominio sobre Honduras. De esa manera, en el momento en que Montejo tomaba posesión como gobernador, la Audiencia de México ordenaba al gobernador de Guatemala que nombrara un gobernador para Honduras, dando por resultado que a un mismo tiempo coincidieron dos gobernadores simultáneos en la provincia.
Finalmente, para acabar con estas disputas, y a la vez frenar los excesos que se cometían con los indios, la Corona resolvió crear en noviembre de 1542 la Audiencia de los Confines, cuya jurisdicción se extendería desde Chiapas, Soconusco (ambos actualmente en México) y Guatemala, hasta Panamá. Pero la sede de la Audiencia se movió de asiento varias veces. Primero, en 1544, se designó como sede a Comayagua, luego a Gracias, adonde finalmente se instaló. Luego de que se segregara en 1550 la gobernación de Panamá —que tendría su propia Audiencia desde 1563—, la Audiencia de los Confines traslada su sede a Guatemala de manera definitiva en 1570. Guatemala es a la vez la sede de la Capitanía General, con jurisdicción administrativa y militar sobre Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica.
Desde ese momento, los casos penales de mayor cuantía, o las apelaciones a las sentencias de los alcaldes mayores y de los alcaldes ordinarios, Honduras debía ventilarlos en la nueva sede, a cuya jurisdicción quedaba sometida en lo jurídico y en diversos aspectos militares y gubernativos.
GOBERNACIÓN, ALCALDÍA MAYOR, CORREGIMIENTOS Y PARTIDOS
Entre fines del siglo XVI y fines del XVIII, quedan definidas dos grandes zonas jurisdiccionales: la Gobernación de Comayagua, que ocupa la región central del país, con la ciudad de ese nombre como la capital de Honduras, y la Alcaldía Mayor de Tegucigalpa (creada en el siglo XVI pero no confirmada hasta 1608), con la ciudad de ese nombre como cabecera. Hacia el Norte, a lo largo de la Costa, entre Omoa y la desolada Mosquitia, quedaba Teguzgalpa, un territorio sin colonizar donde España carecía de jurisdicción efectiva.
Durante ese mismo período, se han definido los límites jurisdiccionales de ocho Partidos: al Norte, Puerto Caballos y Trujillo, y un espacio intermedio sin colonizar; al Noroeste San Pedro, Tencoa, y Gracias a Dios; Comayagua y Olancho al centro, y Choluteca al Sur.
NOTA MUSEOGRAFICA: Foto de la “Caja Real” en Comayagua (construida en 1741) y detalle de la inscripción que se lee en el dintel, donde se lee lo siguiente: “Reinando D. Felipe V el animoso y Doña Isabel Farnesio, Reyes Católicos de las Españas y de las Indias, hizieron esta Caja Real sus Oficiales Reales, de orden del Muy Ille. Sr. D. Pedro de Rivera Villalón, Mariscal de Campo de los Rs. Extos., Gobernador y Capitán General de este Reino y Presidente de la Real Audiencia de Guatemala, siendo Gobernador y Capitán General de esta Provincia el Teniente Coronel D. Francisco de Parga: se acabó el año de 1741". Del escudo que estaba sobre esta inscripción solo se conservan las columnitas que contienen las palabras Plus Ultra.
LA INTENDENCIA
Durante más de 200 años la organización político-administrativa de Honduras, al igual que las demás colonias americanas, permaneció sin mayores cambios. Sin embargo, a lo largo del siglo XVIII, ante la creciente amenaza de las potencias rivales y la necesidad de sufragar cuantiosos gastos militares, la monarquía Borbón se abocó a un magistral programa de reformas radicales. En el centro de este plan maestro se encontraba el propósito de fortalecer su autoridad mediante la formulación de un sistema administrativo y burocrático que posibilitara una fiscalidad y un gobierno más eficientes.
Basándose en el modelo francés, las numerosas Gobernaciones, Alcaldías Mayores, Corregimientos, o Capitanías Generales, fueron reemplazadas mediante la Ordenanza de Intendentes de 1785, que creaba la unidad político-administrativa llamada Intendencia. El poder quedaría centralizado en las manos de los intendentes-gobernadores, con atribuciones fiscales, judiciales, militares y políticas. Las Intendencias se subdividirían en Partidos. Mediante este programa de reformas la Corona esperaba imponer un control más fuerte y uniforme sobre la sociedad colonial, y restablecer su perdido prestigio internacional.
En Centroamérica, como parte de la Audiencia de Guatemala, se establecieron cuatro Intendencias, una de ellas en Honduras, con el nombre de Intendencia de Comayagua, que incluía los Partidos de Comayagua, Tegucigalpa, Gracias, Choluteca, Olancho, Yoro (que incluía Olanchito y Trujillo), y Tencoa (incluyendo Omoa y San Pedro Sula). La Alcaldía Mayor de Tegucigalpa quedaba eliminada.
La Intendencia de Comayagua le confería a Honduras niveles de autonomía respecto de Guatemala como nunca antes había gozado. Es cierto que ya era muy tarde para que las reformas borbónicas tuvieran algún efecto significativo, pues los días de la dominación española estaban contados. No obstante, al reorganizarse la estructura administrativa creando gobiernos separados, el papel hegemónico que Guatemala había ejercido hasta entonces quedó debilitado, y Honduras consolidó su condición como entidad territorial independiente.
LOS DEPARTAMENTOS
El 28 de junio de 1825 la primera Asamblea Constitucional de Honduras decretó la división territorial del país en siete Departamentos: Comayagua, Tegucigalpa, Gracias, Santa Bárbara, Yoro, Olancho y Choluteca, conservando en buena medida la estructura administrativa anterior de los Partidos. En 1862, mediante el decreto del 8 de mayo, se establece el nombre oficial de República de Honduras, que deberá aparecer en las monedas, en el escudo del pabellón nacional, en las banderas de las milicias, y en los escudos que se coloquen en las oficinas.
En 1869 la República de Honduras tiene once Departamentos, al crearse el de Copán, que se segrega de Gracias; La Paz, que se segrega de Comayagua; El Paraíso, que se segrega de Olancho y Choluteca, y la Mosquitia que se segrega del Departamento de Yoro. En 1872 se crea el Departamento de Islas de La Bahía. Ese año Honduras llega a tener trece Departamentos, al crearse La Victoria, que sólo dura nueve meses y días, volviendo a tener doce Departamentos.
En 1883 se crea el Departamento de Intibuca, segregado de Gracias y La Paz. En 1891 se crea el Departamento de Colón, segregado de Yoro y estableciéndose como su capital a Trujillo. En 1893 se crean dos nuevos Departamentos, el de Cortés con capital en San Pedro Sula, y el de Valle, en homenaje al sabio José Cecilio del Valle.
En 1902 se crea el Departamento de Atlántida, con los municipios de Tela, El Porvenir, y La Ceiba, donde quedará su capital. En 1906 se crea el Departamento de Ocotepeque. En 1957 la Junta Militar de Gobierno crea el Departamento de Gracias a Dios, en la antigua Mosquitia, trazando una línea recta entre Colón y Olancho, sobre el meridiano 85 al Oeste de Greenwich y colindando al Sur con el Río Wangki, Coco o Segovia.
En la actualidad, Honduras tiene 18 Departamentos. Desde 1880 Tegucigalpa es la capital, y en 1943, siendo gobernante el general Tuburcio Carías Andino, el Departamento de Tegucigalpa es rebautizado Francisco Morazán.
PANEL 9 (C) FRONTERAS Y TRATADOS
La buena relación entre los Estados requiere que sus fronteras estén bien definidas y demarcadas, a fin de evitar posibles fuentes de tensión. Pero también es necesario que los países demuestren voluntad de conciliar sus controversias limítrofes en pleno acatamiento del Derecho Internacional y respetando rigurosamente lo acordado con sus vecinos.
Honduras es la única nación centroamericana que tiene fronteras con tres países: El Salvador, Guatemala y Nicaragua, situación que ha sido fuente de numerosos conflictos y tensiones diplomáticas. Debido a que los límites fronterizos heredados del período colonial tenían aspectos dudosos que cada país podía interpretar a su conveniencia, las reclamaciones de los territorios en disputa no tardaron en surgir desde mediados del siglo XIX.
HONDURAS Y GUATEMALA
En 1845 se formula el primer intento de solución con Guatemala, que disputaba un territorio de 2,000 millas cuadradas entre el Río Motagua y la Montaña del Merendón, territorio que ocupaban la Cuyamel Fruit Co. en el lado hondureño, y la United Fruit Co, en el lado guatemalteco. Luego de firmar una Convención de Límites en 1895 y la creación de una Comisión Técnica Mixta en los años 1908 y 1910, ambos países acuerdan mediante un Tratado conservar las demarcaciones que cada una mantenía en 1821, basándose Honduras en el principio del Uti Possidetis Juri, y Guatemala en el del Uti Possidetis de Facto.
Pero la Cuyamel Fruit Co. apeló al nacionalismo hondureño para que no cediera una pulgada de tierra. Finalmente, cuando en 1929 la Cuyamel Fruit fue comprada por la United Fruit, el Tribunal Especial de Arbitraje creado para zanjar el conflicto, optó por fijar los límites de cada país según el principio del Uti Possidentis de Facto, o de posesión efectiva, aplicado a los territorios que habían explotado las compañías bananeras, aunque sobre una base de Equidad y Justicia.
HONDURAS Y NICARAGUA
Honduras y Nicaragua se disputaban tierras fronterizas en el valle de El Espino, situado cerca de San Marcos de Colón. Nicaragua reclamaba este valle basándose en la vaguedad de los linderos, aunque su mayor parte queda en Honduras. El conflicto se inició en 1858, pero se agudizó cuando ambos países concedieron tierras a empresas inglesas y norteamericanas en la Mosquitia para explotar madera y corcho. Aunque se llegaron a algunos acuerdos en 1869, el conflicto empeoró al enfrentarse los intereses de una compañías maderera subsidiaria de la Cuyamel Fruit Co., y la United Fruit Co.
En 1894 ambos países firman una Convención para zanjar diferencias, acordando que fuera el rey español Alfonso XIII quien trazara la línea divisoria. El arbitraje del monarca se emitió en1906, favoreciendo a Honduras, pero Nicaragua reactivó la disputa en 1937 al poner en circulación una estampilla de correos donde se adjudicaba parte del sureste del territorio hondureño. Luego, el 12 de abril de 1957 las Fuerzas Armadas de Nicaragua invaden el pueblo de Mocoron, en la jurisdicción de Honduras, cruzando el límite establecido en 1906.
Ante esta provocación, el gobierno de Honduras acusó a Nicaragua como país agresor; apela a la Organización de Estados Americanos (OEA) e invoca el Tratado de Río. La OEA crea un Comité Ad Hoc, que ordena el cese del fuego, e inicia negociaciones para la solución de las diferencias entre ambos países. Este Comité somete la disputa a la Corte Internacional de Justicia de la Haya, la cual ratificó mediante resolución del año 1960 el Laudo Arbitral de 1906. En medio de esta controversia limítrofe, conocida como “Guerra de la Estampilla”, Honduras decidió crear el Departamento de Gracias a Dios, incluyendo los territorios en disputa con el país vecino.
HONDURAS Y EL SALVADOR
Mucho más complejo y difícil ha sido el conflicto fronterizo entre El Salvador y Honduras, ya que entrañaba un triple aspecto: el terrestre, el insular y el marítimo. El diferendo insular surge por primera vez en 1854 cuando se enfrentan los intereses hegemónicos de Inglaterra y Estados Unidos, que se disputan ciertas islas en el Golfo de Fonseca. Poco después, en 1861, se presentan las primeras diferencias territoriales, en la zona de Naguaterique, cuando la Convención de la Montaña del Mono trata de delimitar la frontera terrestre que ambos países compartían.
Entre 1880 y 1962 se sucedieron más de diez Convenciones, que culminan en la Convención de Amatillo, aunque tampoco esta logra la solución del problema fronterizo, y en 1969 estalla el conflicto bélico entre ambos países conocido como la Guerra de las Cien Horas.
La OEA intervino para resolver el conflicto y luego de arduas negociaciones y consultas, se adopta un procedimiento de mediación entre Honduras y El Salvador bajo el auspicio de dicho Organismo. Como base para las discusiones, Honduras fundamentó su defensa del principio de Uti Possidentis Juri vigente en 1821, presentando una extensa documentación, y en1980 se firma el Tratado General de Paz entre Honduras y El Salvador en Lima, Perú, quedando territorios sin delimitar.
Finalmente, el 11 de septiembre de 1992 la Corte Internacional de la Haya emite un fallo favorable a Honduras, dejando delimitados los espacios territoriales conocidos como “Bolsones”: Tepangüisir, Cayahuanca, Sasalapa, Nahuaterique, Dolores y Goascaran. Este fallo establecía además que cada país podía apelar ante la Corte en los próximos diez años en caso de que encontraran alguna documentación que no se hubiese presentado en 1992 y que justificara modificarlo. El Salvador reclamó en septiembre de 2002 que Goascaran había sido parte de su territorio, pero al no poder documentarlo, la Corte de la Haya ratificó su fallo en diciembre de 2003.