El período histórico que se ha dado en llamar "la Reforma Liberal" asienta su importancia en la reproducción de un ambiente o clima nacional que había sido dejado sin respuesta por los prota­gonistas de la independencia, quienes continuaron gobernando con las viejas leyes hispánicas y con las mismas for­mas de producción colonial.

Por eso es preciso destacar el arte, es parte del proceso social y, como tal, está necesariamente englobado en lo cultural —que por sí abarca todo el quehacer humano, es así como: el arquitecto, pintor, escultor, dibujante, fotógrafo, estos exponen una ideología, ya sea como defensor, difusor o disidente de ella.

En términos globales, el arte genera una acción recíproca: el artista propone la expresión y el receptor —que es el público— recibe la señal, generando así la acción de comunicación, percepción, mensaje, y/o forma de pensar sobre la realidad circundante, esto se vará reflejado en las siguientes manifestaciones culturales:

La educación

Es en esta corriente que se inscribe el Compendio de la Historia Social y Política de Honduras, aumentada con los principales acontecimientos de Centroamérica, de Antonio R. Vallejo, quien para escribirla fue comisionado por el gobierno liberal de Marco Aurelio Soto y Ramón Rosa en 1878 y se publicó en 1882.

Como un proyecto de Visión de País, los reformadores liberales pretenden también generalizar la educación que tenga una mayor cobertura en la educación primaria, que funcione debidamente en todos los departamentos, la educación media cuando institutos de media en todos los departamentos mejorando y ampliando la educación superior, impulsando carreras liberales, se crean dentro de este aspecto el Archivo Nacional, Biblioteca Nacional, los primeros libros de Historia Nacional.

A nivel de educación superior la Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras comenzó a ser construida el 30 de junio de 1965, se construyeron varios edificios en su nueva ubicación donde desde entonces posee amplios terrenos de su propiedad que hasta el día de hoy no han sido utilizados, además dispone de amplias áreas verdes y varios parqueos automovilísticos.

Arquitectura

“El período Republicano es testigo de grandes cambios arquitectónicos iniciando una arquitectura de influencia neoclásica e historicista de finales de siglo XIX y principios del siglo XX, hasta la revolucionaria arquitectura Moderna o Estrilo Internacional de hierro, vidrio y hormigón armado, momento histórico donde surge la participación de profesionales de la arquitectura, considerados pioneros en su campo.

A inicios del siglo XX, se inicia en Honduras la construcción de obras arquitectónicas en estilos eclécticos historicistas. Los creadores más relevantes de la época son los geómetra Augusto Brezzani, italiano que diseña la Casa Presidencial (1916-1919), el Palacio del Distrito Central (1937) en coordinación con Samuel Salgado quien diseñará también la casa de Villa Roy 1936. Don Cristóbal Prats quien construye el Teatro Manuel Bonilla en estilo Neoclásico y Alfredo Zepeda que construye el Puente Carías con inspiración Art Deco. El arquitecto Bustillo Oliva diseña el edificio de la Alcaldía de San Pedro Sula con influencias de Art Decó…”

Los edificios administrativos también siguieron estas pautas y diseño, inclusive en regiones de clima más benigno pero igualmente lluvioso y de topografía más accidentada, como en el poblado de San Juancito en el Distrito Central, donde las casas de los mineros se aferraban a la pronunciada pendiente con pilotes.

También en la zona sur los inmuebles de madera fueron la norma entre la comunidad de inmigrantes alemanes asentados en Choluteca y Amapala, siendo este el único puerto con comunicación directa con Tegucigalpa en esa época.

El traslado de la capital desde Comayagua a Tegucigalpa a finales del siglo XIX impuso la súbita necesidad de crear nueva infraestructura burocrática en la ciudad urbanística atrasada.

El paisaje urbano y rural de Honduras poco a poco empezó a cambiar ante la llegada del telégrafo, el sistema de telecomunicaciones más moderno de la época, que con los postes de madera y el cableado intensifico la contaminación visual de las ciudades del país.

Entrado el siglo XX, en Honduras, y en especial en Tegucigalpa, la arquitectura apenas mostraba evolución aunque se había desarrollado gracias a los aportes de ilustres profesionales del área y habilidosos maestros constructores extranjeros como Augusto Bressani y Francisco Prats. Seguía atada a sistemas tradicionales y a las estéticas historicistas que habían dominado las principales ciudades europeas en el siglo anterior. Sin embargo, en 1921 y después de cursar sus estudios en Suiza regresó al país Fernando Pineda Ugarte, considerado el primer arquitecto hondureño.

 “La llegada de inmigrantes y artistas italianos a Honduras entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX fue impulsada por el contexto de la Reforma Liberal de 1876 de Marco Aurelio Soto y Ramón Rosa.”

 “Este fenómeno complejo transformó a la sociedad tanto  política, social y económicamente como también al urbanismo, e incidió en la arquitectura, escultura y en los espacios públicos, pues por medio de este lenguaje de las estéticas vanguardistas como el neoclasicismo, el Art deco y el modernismo, los reformistas apelaban a la construcción de nacionalismo, identidad nacional y la legitimación del poder mediante la construcción y edificación de obras monumentales que trascendieran el tiempo y la Historia”

 

PRINCIPALES OBRAS:

Puente Guacerique. En 1894 siendo presidente de Honduras el Dr. Policarpo Bonilla se contempló la necesidad de otro puente, después del puente Mallol  para facilitar el paso de carretas y peatones al extremo sur de Comayagüela, seleccionándose un sitio próximo a la confluencia del río Guacerique con el río Grande levantándose en esa administración el “puente Guacerique”,  inaugurado en 1896.

El Cementerio General. Conecta con la idea de las políticas de higienización y de manejo laico y civil desde la ciencia forense moderna de la mortalidad.

La Penitenciaría Nacional. Encajaba con la idea del control social, el orden y la seguridad

El Hospital General. Enlazaba con la política de laicización y atención de la esfera sanitaria desde el Estado, así como con la higienización.

Fue el más prolífico. Sin duda, la mayoría del rostro urbano de la capital se debe a su obra: AUGUSTO BRESSANNI

Considerado como “el fundador de la arquitectura moderna en Honduras”. En Tegucigalpa inauguró una “Escuela de Arquitectura”, a través de la cual varios artistas hondureños aprendieron sus técnicas y construyeron importantes obras urbanísticas, como residencias y palacetes a las familias adineradas.

 

Construcción del puente Carías, años 30 siglo XX.

Durante el mandato de Carías se impuso en las grandes urbes un sentido de modernidad y austeridad que se reflejó claramente en sus edificaciones, en las que empezó a incorporarse de manera más extendida el uso del concreto armado, mientras que el acero permitió que algunas obras de estructuras aligeradas de importancia, como el puente de Choluteca, construido en 1937. La llegada del estilo ART DECO permitió que algunas obras de infraestructura añadieran perfiles curvilíneos a semejanza de las elegantes siluetas de la era mecanizada como la escuela Lempira.

Durante el convulso período político en el que los presidentes elegidos democráticamente se alternaron con los gobiernos militares de facto, la arquitectura más por obras específicas que por su número. Mientras que en San Pedro Sula se construía la catedral, comenzaban los proyectos de agencias bancarias y hoteles levantados en concreto y acero.

Terminal del aeropuerto de Toncontín, Tegucigalpa, construida por la Pan American World Airways en los años 30.

El Congreso Nacional, Tegucigalpa, obra de Mario Valenzuela de 1951.

 Fue también en los años 50 del siglo XX que inició la construcción del sistema carretero nacional, enlazando por fin ambos por fin ambos litorales costeros a través del corredor central. Estas nuevas y mejoradas vías de comunicación facilitaron además la transmisión de las nuevas ideas y conceptos arquitectónicos que dieron origen en Europa y Estados Unidos a importantes corrientes como el racionalismo y el estilo internacional. Fue el arquitecto Mario Valenzuela, quien plasmó por primera vez de manera muy clara el revolucionario diseño del Congreso Nacional en 1951, profundamente inspirado en los puntos de la nueva arquitectura planteados por Le Corbusier.

Gran Hotel Sula, San Pedro Sula, década de los 70.

Es importante destacar que en la década de los 70 se dio un fuerte empuje constructivo de crecimiento urbano enfocado en proyectos de bien social en Tegucigalpa por ejemplo instituciones destinadas a la educación superior como la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), Escuela Superior del Profesorado Francisco Morazán (hoy Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán. UPNFM), de salud, como el conjunto Hospital Materno infantil; y por otro lado la fundación de la fundación de la colonia John F. Kennedy en 1963, que era un conjunto residencial diseñado como un prototipo de ciudad satélite, promovido por el gobierno de los Estados Unidos para evitar el avance de corrientes comunistas en América Latina y mantener a la población bajo un régimen político estable y satisfecho. De este hecho el desarrollo vial fue inminente y así el surgimiento de más colonias de clase media en la periferia de Tegucigalpa. Época de grandes construcciones en San Pedro Sula y aquí destacaron varios arquitectos originarios de esta ciudad:

Arq. Antonio Ruiz Paz y Aturo Nuila, diseñadores del Banco Nacional del Fomento (actual banco Nacional de Desarrollo Agrícola.) en Comayagüela, que junto con el edificio administrativo del Instituto Hondureño de Seguridad Social y el edificio Larach y Compañía ambos del arquitecto Valenzuela, fueron los edificios más altos  del Distrito Central por muchos años.

En 1976 con la promulgación de la Ley Constitutiva de la Zona Libre de Puerto Cortés se da el inicio a la industria maquilera en Honduras con grandes naves industriales concentradas en municipios adyacentes.

La Escultura 1876 a 1980

El siglo XIX hondureño es una época en extremo inestable,   con su correlativa crisis cultural, la producción escultórica desaparece la temática de la imaginería religiosa sin que surja una nueva temática que llene este vacío.

La expresión escultórica, resurge en el contexto de la Reforma Liberal más con fines de embellecer a la nueva capital, Tegucigalpa, con monumentos en honor a los próceres de la Independencia y la Federación. Así por encargo se manda a esculpir estatuas en Francia en honor a Morazán hoy en el Parque Central de Tegucigalpa, y en Italia, la estatua, en mármol, de José Cecilio del Valle y los bustos del general Cabañas y del Padre Reyes, inaugurados en 1883.

                               En el siglo encontramos escultores de valor artístico entre ellos: Salvador Posadas, Samuel Salgado, Mario Zamora y Roberto M. Sánchez. El primero, dentro de la  tradición imaginera de la época española, y los tres últimos, formados en Italia y dentro de las corrientes artísticas de este país, que ha realizado una obra de carácter preferentemente monumental.   

Samuel Salgado es, cronológicamente, el primero de los modernos escultores de Honduras. Fundada la Escuela Nacional de Bellas Artes de Tegucigalpa en 1940, fue su primer profesor de Escultura y, posteriormente, hasta hace pocos meses, director de aquella institución.

Mario Zamora, se inició en 1933, adolescente todavía en la Escuela de Bellas Artes de Managua. En 1944 marchó a México, donde estudió en la Academia de San Carlos y realizó dos exposiciones de su obra.

Otros escultores son: Giovanni Ardini, su obra más conocida en Honduras es en bronce colocado en la fachada de la Universidad de Tegucigalpa (bajos del Palacio Legislativo), representado al general Morazán dictando su proclama de David en 1841; Roberto M. Sánchez, entre sus obras se destacan un busto de Finlay, en la Dirección de Sanidad de Tegucigalpa; otro del escritor Álvaro Contreras, en el pueblo de Cedros, de donde era originario, uno del general Morazán, en Comayagua; sin dejar de mencionar a genuinas promesas para el arte hondureño entre los que cabría mencionar a Fortín y a Milla.

Pintura 1876 a 1980

De acuerdo a Longino Becerra y Evaristo López, en la primera década del siglo XX hay una especie de vacío respecto a la pintura hondureña, época en la que no se encuentran nombres representativos aunque se produjeron algunas obras de relativo valor artístico.

Es hasta en la segunda década que comienza a perfilarse un grupo de pintores de singular importancia, entre los que están Pablo Zelaya Sierra, Confucio Montes de Oca, Carlos Zúniga Figueroa y Max Euceda. Todos ellos nacieron en las postrimerías del siglo XIX, definiendo sus primeras manifestaciones artísticas a partir de la década de 1920.

Las obras más destacadas de Pablo Zelaya Sierra: “Las monjas”, “Dos muchachas”, “Niña de las rosas”, “Hermano contra hermano” y otros; Confucio Montes de Oca: su obra más conocida es “El forjador”; Carlos Zúñiga Figueroa, su obra cumbre fue la decoración del Teatro Manuel Bonilla donde se le encargó pintar el ya legendario “Telón de Boca“; Max Euceda, realiza una exposición de treinta lienzos, destacándose entre ellos el retrato “La esposa del pintor”.

La segunda guerra mundial, fue sin lugar a dudas la primera gran conflagración que conmovió y transformó al mundo desde todos sus ángulos, como consecuencia se producen cambios en el sistema de producción y nuevos planteamientos a la existencia del ser humano.

En el campo del arte quedaba un resto del pasado cercano: “el impresionismo” que permeaba el gusto de una sociedad burguesa. En América se inicia una resistencia contra la aceptación del pensa­miento europeo y se inician movimientos en búsqueda de ese sentido de Identidad latinoamericana en contra de esa recién enunciada visión proclamada por F. D. Roosevelt, llamada "política del buen vecino".

De todos estos factores surge lo que podíamos calificar de pintura fenomenológica que en Honduras se ve expresada por la pintora Teresita Fortín y José Antonio Velásquez.

El legado de Teresita Fortín y por lo que es reconocida es como una buena pintora de flores y paisajes, para la década de los setenta se destaca como una excelente cronista de la pintura hondureña, dos exposiciones le acreditan su talento de pintora: “El tiempo pasado” y “Mi vida”. En cambio José Antonio Velásquez, su temática serán: casas, calles, caminos, personajes, forman parte del paisaje humano y natural, considerados como únicos por los críticos de arte.

La generación de artistas sigue, entre ellos: Arturo López Rodezno, su capacidad técnica estuvo auxiliada por su formación profesional en las áreas de la ingeniería y lo inclinó hacia el muralismo decorativo, entre sus obras destacan: el mural del Banco Nacional de Fomento; la colección de 17 temas puestos en azulejos que hizo para decorar el aeropuerto internacional Toncontín, el mural del edificio del Banco Atlántida en Tegucigalpa; pintó el llamado “Corredor Maya” de la Escuela Nacional de Bellas Artes, entre otros.

La década del ‘50 marca una nueva era en las relaciones de poder, la dictadura se había agotado como modelo de control político, la clase trabajadora resurgía con un fervoroso ímpetu en pro de reivindicaciones y la necesidad de mayor apertura democrática que permitiera consolidar sus organizaciones. Desde estas condiciones coyunturales y políticas,  la Escuela Nacional de Bellas Artes se inserta en esta dinámica organizando la participación de artistas hondureños en las tres ediciones de las bienales hispanoamericanas de arte: La I Bienal Hispanoamericana de Arte desarrollado España, la II Bienal realizada en La Habana, Cuba y La III Bienal Hispanoamericana, llevada  a cabo en Barcelona

Después de los años cincuenta, aparecen una serie de artistas que terminan de confirmar el avance de nuestra tradición plástica, estos artistas tuvieron sus mejores logros al final de los años cincuenta pero sobre todo en la década del sesenta y de los años setenta. Ofrecemos un rápido perfil de ellos:

Álvaro Canales, entre sus obras más destacadas se encuentran: una colección de “Rostros mineros” tres en total, dos de ellos se encuentran en el Banco Central de Honduras y uno en la Universidad Nacional Autónoma, también ha dejado tres murales, dos en azulejo y uno al fresco, los dos primeros en edificaciones comerciales, uno se encuentra en el Banco del Ahorro Hondureño de Tegucigalpa, otro mural se encuentra en el Hotel Sula, de la ciudad de San Pedro Sula y el tercero en el Auditórium Principal de la ciudad universitaria.

Son muchos más artistas en la producción pictórica: Ricardo Aguilar, obras más destacadas:  “Carnaval”, “Afrocubanismo”, “Pecado Original”, “Tiempo, límite y espacio”, “Primavera” y “Dinamismo”; Miguel Ángel Ruiz Matute; colecciones  más destacadas:  “El Cantar de los Cantares”, de esta colección son dignos de especial mención el titulado individualmente “La primera caricia” y “El beso”; por los propósitos del MIN, no se puede dejar de destacar el mural con una interpretación de la historia de Honduras, realizado para el edificio principal del Banco Atlántida, donde el artista desarrolla una historia de los períodos culminantes del transcu­rrir del país, dándole unidad a través de una secuencia de la moneda que viene del supuesto uso precolombino del cacao hasta la creación de la moneda actual.

Mario Castillo, con propuestas que van desde el retrato, el paisaje, pasando por los bodegones y estampas de costumbres, su obra “el sueño de Jacob” es una de las obras magistrales de la plástica hondureña. Carlos Guillermo Garay, se le reconoce como el paisajista de mayor tradición en Honduras. Dante Lazaroni Andino, influenciado por la escuela mexicana, su primera etapa fue desarrollada bajo los cánones de un expresionismo nacionalista, dirigido a exaltar los valores patrios frente a cualquier forma de transculturización. Benigno Gómez, la Federación Mundial de Asociaciones de las Naciones Unidas, designó al maestro Gómez para que una de sus obras que lleva como título “Las palomas”, fuera la imagen de la estampilla conmemorativa de la ONU.