Lo moderno y lo contemporáneo: fusión de tiempos y lenguajes

 

Una vez concluida la época de los años ochenta y sobre todo, con la caída del muro de Berlín que supuso el derrumbe del llamado socialismo real en Europa del Este, la humanidad tuvo un giro, se impuso un nuevo reordenamiento mundial que tuvo su impacto en la cultura, una de esas consecuencias es que la producción artística en Centroamérica y por ende en Honduras, dejo de tener la misma carga ideológica y procuró un esfuerzo concentrado más en lo existencial y lo experimental, el arte se volvió más íntimo y más crítico del propio arte. Es en este contexto que el arte hondureño empezó a tener peso específico en reconocidos circuitos internacionales que  en los años ochenta cerraron sus espacios al arte político.

Más allá de esa renuncia a un arte de naturaleza ideológica, lo que hoy define el perfil de nuestra producción plástica y sus consecuentes triunfos, es producto de una experiencia que ha integrado los discursos de la tradición y lo contemporáneo.

Una característica de la plástica hondureña es que aún en los proyectos más experimentales, siempre hay referentes pictóricos. El arte contemporáneo hondureño es deudor de una tradición pictórica fincada en los lenguajes del arte moderno. Pablo Zelaya Sierra es el artífice de nuestra modernidad, es uno de los hitos de nuestra historia plástica; su tarea consistió en darle coherencia a una tradición plástica que partiendo de las vanguardias era esencialmente moderna.

Nuestra visión de lo contemporáneo está hecha de fusión de tiempos: nuestros artistas han sabido retomar lo mejor de la tradición plástica nacional, en ella vemos atisbos de una búsqueda por universalizar nuestro lenguaje plástico; testimonio de esto lo encontramos en la obra de Pablo Zelaya Sierra, Confucio Montes de Oca, Ricardo Aguilar, Mario Castillo, Moisés Becerra, Arturo Luna, Benigno Gómez, Aníbal Cruz, Gelasio Giménez, Luis H. Padilla, Ezequiel Padilla, Dante Lazzaroni y otros.

La tradición nos heredó la conciencia de que la obra de arte es ante todo una estructura, es decir, espacio organizado. Cuando las innovaciones de nuestra tradición se tornaron académicas, una nueva conciencia artística se abrió paso, no para negar sino para renovar, nuestras rupturas no han sido traumáticas; los medios expresivos, en términos generales, han sido casi siempre los mismos; han cambiado los motivos, el contexto y poco a poco se ha venido configurando una nueva estructura plástica caracterizada por el dinamismo de los agentes plásticos que la constituyen… Nuestro lenguaje plástico ha alcanzado una autonomía que supera lo anecdótico del tema… La plástica hondureña contemporánea ha indagado y experimentado nuevos lenguajes, es decir, nuevas formas de decir a partir de la pintura pero a diferencia de algunos movimientos de vanguardia que quisieron abrogar el sentido y el significado de la obra de arte, los pintores hondureños han tenido claridad de que toda obra al ser representación, no puede rehusarse completamente a decir y a significar… Ser conscientes de que la obra se configura a partir de la especificidad de su propio lenguaje es lo que ha permitido explorar con sentido crítico el espacio y las circunstancias históricas que han conformado los nuevos parámetros de artisticidad.

Con esta larga cita quiero enfatizar que cualquier proyecto que busque articular nuestra cultura plástica debe ensanchar en su espacio lo moderno y lo contemporáneo como expresiones de un mismo anhelo: dialogar con los lenguajes de la plástica universal