Con las limitaciones que presenta nuestra bibliografía plástica, es importante destacar el hecho de que en ella ha sido documentada ampliamente nuestra producción plástica moderna, en cambio, la documentación sobre el arte contemporáneo aún se encuentra dispersa, aunque en el 2007 apareció el texto “Contra punto de la Forma” escrito por Carlos Lanza y Ramón Caballero y en el año 2011, apareció el Texto “La otra tradición” escrito por Adán Vallecillo y Ramón Caballero que han contribuido mucho a articular un discurso crítico sobre las nuevas experiencias en las artes visuales contemporáneas.

Se puede afirmar que los lenguajes llamados “contemporáneos surgen a partir de los años noventa, específicamente desde 1995 cuando irrumpen el escenario artístico Santos Arzú con la Obra “templo en Ruinas y Bayardo Blandino con la obra “Epístola Fragmentada”.

 El arte que había caracterizado a la época de los 80, entró en crisis como producto de los cambios sucedidos en el mundo después de la caída del muro de Berlín, entramos a lo que se puede llamar desideologización del arte. Entiéndase que no estoy diciendo que el arte de los 90 por ser contemporáneo carecía de ideología, lo que sucede es que si en los 80 el arte estaba subordinado a una función fundamentalmente política, en los 90 asistimos a un arte donde prevalece el polo estético, articulado alrededor de una premisa: el arte como lenguaje.

El arte de esta década es conceptual, orientado a la experimentación, es interdisciplinario, tiende a borrar las fronteras entre ciencia y arte, integra como agentes formales objetos de naturaleza no artística y últimamente, en los inicios de este nuevo siglo ha dado paso a cuestionar el concepto de obra acabada para iniciar una experiencia estética que privilegia los procesos de realización de la obra, tal como lo ha dejado claro ARTERIA, con el proyecto ZIP 504.

El arte visual contemporáneo avanzó en universalizar nuestro discurso, dejando atrás la estampa local y folklórica que había caracterizado a la plástica nacional, dando paso a una participación más activa en importantes espacios de circulación internacional, tales como bienales, exposiciones itinerantes y adquisiciones de obras hondureñas para museos de renombre.