En 1866, el propio Estado hondureño se propuso unir los dos mares con el soñado ferrocarril. Se obtuvieron 6 millones de libras esterlinas de la banca inglesa y francesa pero solo se invirtieron en la construcción unas 300 mil. El resto se utilizó para pagar viejas deudas contraídas con Inglaterra, gastos suntuarios del grupo gobernante del Presidente José María Medina y hasta hubo oscuros manejos financieros de los propios prestamistas y sospechas de soborno a los delegados hondureños. El crédito exterior de Honduras quedó afectado gravemente y la deuda con sus crecientes intereses no acabaría de saldarse hasta en 1953, en el gobierno de Juan Manuel Gálvez.