El modelo económico de desarrollo hacia afuera derivó en Honduras hacia la minería. Patachos de mulas salían de San Juancito, sede de la Rosario Mining, una de las más exitosas empresas mineras del continente, e iban hacia el sur al puerto de Amapala. Los minerales no precisaban buenas carreteras. Otra cosa fue el producto que superó en Honduras a la minería, a partir de 1910. En las hasta entonces insalubres y poco pobladas planicies del norte, se establecen compañías norteamericanas cultivadoras de banano. En 1925, Honduras es ya el primer exportador mundial de esa fruta. Pero en este caso se necesita transporte que no permita el deterioro del producto. Y aunque en las concesiones que se otorgaban a las bananeras, se ponía como contraparte la construcción del ferrocarril de mar a mar, las empresas se limitaron a conectar sus propios campos y a estos con los puertos, cuyos muelles manejaban, contando también con su flota de barcos. La explotación bananera asumió las características de un enclave que hizo más notoria la dislocación territorial, al separar hasta los modos de vida y no solo la condiciones socioeconómicas de los pobladores del norte del país, de economía de plantación neo-colonial, con respecto a los del interior tradicional, de viejas haciendas y pueblos dispersos.