En las llamadas guerras civiles de 1924 y 1932, se utilizaron pequeños aviones de combate. Quién les dio mejor uso fue el caudillo del Partido Nacional, Tiburcio Carías. Siendo Presidente y Dictador, de 1933 a 1948, mantuvo una fuerza aérea destinada a controlar las posibles incursiones de sus adversarios desde los países vecinos. Pero un aspecto interesante fue el simultáneo apoyo a la aviación comercial. De entre sus colaboradores militares se destacó el neozelandés Lowell Yerex que fundó la empresa TACA que para 1939 volaba desde Belice hasta Panamá, gozaba de las franquicias postales y telegráficas impulsando el desarrollo del sistema de correos. Este binomio rindió resultados pues la Fuerza Aérea Hondureña se convirtió en la más poderosa de la región y la empresa hondureña TACA en la más próspera. La aviación contribuyó a consolidar la dictadura, pero a la vez desempeñó un formidable papel como agente integrador del territorio nacional. Aeródromos usualmente pequeños aparecieron en todos los puntos cardinales del país trasladando personas y enseres de la más diversa índole. A la empresa TACA se sumó TAN-SAHSA y todavía en la década de los años 70 del aeropuerto de Tegucigalpa, inaugurado por Carías al final de su mandato, partían los vuelos a los confines más apartados.