En 1870, el cultivo del banano aumenta en la Costa Norte, impulsado por plantadores nacionales. En 1900, cultivadores de Estados Unidos se interesan y concurren al negocio, en especial luego de haberse perfeccionado el sistema de refrigeración en los barcos para proteger la fruta. En 1911, el empresario bananero apoya el movimiento armado del General Manuel Bonilla y al triunfar las empresas bananeras obtienen favorables concesiones para su desarrollo. En las dos siguientes décadas ampliaron sus concesiones y su inversión de modo que para 1925, Honduras se colocó como el primer exportador mundial de banano.

Tres empresas concurrieron: La Standard Fruit Company en la región de La Ceiba, la cual, además de cultivar banano se dedicó a la industria alimenticia y de bebidas (Manteca La Blanquita, Cervecería Hondureña) y en el sector financiero fundó el Banco Atlántida, la Cuyamel Fruit Company y la United Fruit Company. Desde su reducto en la Ceiba, la Standard se mantuvo al margen de la agresiva competencia entre las otras dos compañías, una la Cuyamel con acentos locales hondureños y la otra, la United, el gran pulpo bananero que abarcaba plantaciones en Panamá, Colombia, Costa Rica y el Caribe. Esta competencia se extendió a las concesiones y privilegios otorgados por el gobierno de Honduras, de ahí que ambas compañías participaran en las contiendas entre los partidos políticos del país. Pero la crisis capitalista las obligó en 1929 a sellar la paz y ambas compañías se fusionaron, siendo absorbida la Cuyamel por la United pero convirtiéndose el principal accionista de la Cuyamel – Samuel Zemurray- en el primer accionista de la United. La paz bananera fue también factor que alentó la pacificación y estabilidad del régimen que por 16 años representó la figura de Tiburcio Carías, líder del Partido Nacional, electo primero por las urnas y luego por Asambleas Constituyentes de sus partidarios, sin consulta popular.

Los empresarios del banano fueron factor que contribuyó a la colonización de la hasta entonces despoblada e improductiva Costa Norte que surge sobre todo por el trabajo de miles de campeños de Honduras. Esta nueva región, sin embargo, queda secuestrada del resto del país y se conforma como un enclave. Las generosas concesiones les han permitido hacer uso del ferrocarril y construir nuevas vías que nunca llegaron al trazo inter-oceánico, sino que comunicaron, en una red exclusiva, sus propias plantaciones; además gozan de la concesión del muelle y de los puertos y manejan su propia flota de barcos con lo cual tienen de sobra solventado el problema de las comunicaciones. Por un sistema de comisariatos venden todo tipo de productos a los trabajadores con lo que el salario de estos de alguna forma queda en manos de los propietarios. Crean así mismo buenas escuelas y hospitales, con lo que ofrecen un rostro favorable a ojos de la población que compara estas obras con las magras realizaciones gubernamentales. Y así, el país más bien se escinde, entre el norte que está modernizando su sistema de vida y de trabajo y el interior, aferrado aún, a los viejos sistemas rurales de las haciendas y las contrariedades de la política vernácula.