Inspirados por Ramón Rosa y sus discípulos se perfiló una imagen de la historia patria sobre la base de la defensa de su soberanía y la exaltación de sus símbolos y próceres. Se encargaron estatuas para adorno cívico de las plazas como la estatua ecuestre de Morazán para el parque central de Tegucigalpa, encargada a escultores franceses.

Innumerables maestros y maestras del país se especializaron en el exterior y el sistema educativo, además, contó con notables maestros llegados del exterior. Durante más de cinco décadas se fue consolidando este perfil. Se distinguieron, entre otros, el Instituto Central y la Normal de Señoritas en Tegucigalpa, el José Trinidad Reyes en San Pedro, Manuel Soto en La Ceiba, Álvaro Contreras en Santa Rosa, la Normal de Occidente en Gracias.

Los actos cívicos que se celebraban en escuelas y colegios fueron los vehículos para enaltecer las figuras de Lempira, Valle, el padre Reyes, José Trinidad Cabañas o Francisco Morazán. Profesores de música pusieron en solfa los himnos a estas personalidades junto a figuras más cotidianas como la madre, el árbol, el maestro. Todo ello se conmemoraba en el respectivo día señalado en el calendario. En estos actos, además, muchos estudiantes pudieron escribir panegíricos, representar pequeñas obras teatrales, distinguirse en la oratoria y en la declamación.

El espíritu cívico así exaltado contribuyó a afianzar la identidad. El principal acto, entre todos, ocurría con los desfiles del 15 de septiembre, para festejar la independencia de Centro América y Honduras.