La escultura, al igual que la pintura, tiene una orientación profundamente religiosa. En el ultimo cuarto del siglo XVIII llega a Tegucigalpa uno de los más grandes escultores y ensambladores guatemaltecos a trabajar en la construcción del retablo mayor de la parroquia de San Miguel Arcángel de Tegucigalpa, se trata de Vicente Gálvez quien realizó una pieza de gran categoría en su género aquí en América; a Gálvez también se le debe la construcción de dos altares laterales de la Catedral y según el historiador hondureño, Mario Felipe Martínez, éste hace derroche de imaginación en el barroquísimo púlpito coronado por el coche de fuego del profeta Elías.  

De Gálvez o de su escuela son también los retablos mayores de la Iglesia San Francisco y La Merced  de Tegucigalpa; el retablo mayor de la Iglesia San Antonio de Oriente, el retablo de San Sebastián en la iglesia de ese nombre en Danlí; el retablo mayor de la parroquia de Ojojona, lo mismo que el gran camarín en la Iglesia de Támara.                         

En Gracias, Lempira, es importante destacar las dos grandes esculturas que se encuentran en los nichos lobulados de la Iglesia La Merced, a su vez existen muchas imágenes de vestir destacándose “La Virgen de La Merced”, acompañada de otros santos de talla completa.

En Comayagua, se encuentra el más grande de los retablos construidos en Honduras cuyo trabajo de ensambladura pertenece al siglo XVIII con imágenes que datan de cien años atrás; todo el retablo llena por completo el abside de la iglesia catedral. El retablo es de talla dorada organizado con veinte columnas salomónicas; en los nichos laterales se encuentran las imágenes de “San Pedro” y “San Pablo” que según documentación, son obra del escultor Francisco de Ocampo. También es importante destacar la labor escultórica del maestro sevillano Diego López Bueno quien trabajó un retablo concebido como una exaltación a la Inmaculada Concepción.

En la Iglesia San Francisco de la misma Comayagua, se encuentran en los retablos barrocos del siglo XVIII varias imágenes, por lo menos hay que destacar seis de ellas; “El Santísimo Cristo en su capilla”, magnífica escultura de tamaño natural. Se encuentra además un “Nazareno” que data de finales del siglo XVII; de acuerdo a Pal Keleman, prestigioso investigador, se considera a este Nazareno una obra singular en América, la autoría es anónima. “La Dolorosa” es otra de las imágenes de jerarquía en la iglesia, de la misma manera que lo son el “San Francisco en hábito azul” , la escultura de “San Diego de Alcalá”; la sexta es una magnifica talla de “La Dolorosa” en tamaño natural, ricamente estofada y burilada en oro.

En la Iglesia San Francisco de Tegucigalpa, entre los varios retablos que la decoran, está el de “La Virgen del Carmen”, con camarines envidriados donde se observan: la “Virgen del Carmen”, “Santa Rosa de Bitervo”, “San Luis Rey de Francia” y “Santa Teresa”, todos de vestir, con la peculiaridad que en el pedestal de la última imagen, se encuentra una papeleta que dice: “facit Montufar”. Si la tarjeta coincide con la imagen, esta debió existir en el convento desde el siglo XVII ya que según Henry Berbín en su estudio de la imaginería guatemalteca, menciona a Francisco Montufar como residente en Guatemala en 1617, pintando para Nuestra Señora del Socorro de la Catedral de Antigua. Importantes son las imágenes de “Santa Clara” y “San Francisco” colocadas a los lados del arco toral; por inscripción  en una de ellas, se deduce que fueron obsequio del comendador don Francisco Segura de Idiáquez.         

La tradición escultórica colonial es diversa como la pintura pero se encuentra mejor conservada por los materiales usados, la mayoría hecha en yeso y madera; ambos géneros artísticos conforman la visión religiosa de toda una época.