En estas urbanizaciones dominaban los inmuebles de madera y porches techados, con ventanas de celosías también de madera y techos inclinados cubiertos con láminas onduladas de metal galvanizado, a la manera de las típicas viviendas suburbanas estadounidenses.
Entre sus ventajas estaban su rápida construcción y la relativa adaptación que ofrecían al clima húmedo y caluroso de la región.
Los edificios administrativos también siguieron estas pautas y diseño, inclusive en regiones de clima más benigno pero igualmente lluvioso y de topografía más accidentada, como en el poblado de San Juancito en el Distrito Central, donde las casas de los mineros se aferraban a la pronunciada pendiente con pilotes.
También en la zona sur los inmuebles de madera fueron la norma entre la comunidad de inmigrantes alemanes asentados en Choluteca y Amapala, siendo este el único puerto con comunicación directa con Tegucigalpa en esa época
El traslado de la capital desde Comayagua a Tegucigalpa a finales del siglo XIX impuso la súbita necesidad de crear nueva infraestructura burocrática en la ciudad urbanística atrasada. A este hecho se debió el auge del estilo neoclásico en la arquitectura capitalina, que llego de manera tardía al país empapada de influencias parisinas de finales del siglo XIX y que trataba de exaltar los valores democráticos de la República en edificios públicos, parques e incluso mausoleos. Sin embargo, esta no fue la única corriente historicista presente en el país, sino que llegó con nuevas concepciones arquitectónicas inspiradas en el arte gótico y el barroco, que se mantuvieron vigentes hasta ya entrado el siglo XX.
Por otra parte, el recién adquirido estatus de ciudad principal requería dotar a Tegucigalpa de un aire de “modernidad”, de tal manera que es en este periodo cuando se eliminaron los últimos elementos arquitectónicos coloniales, como los
Grandes batientes y balcones de las ventanas que limitaban el tránsito de peatones en las aceras, y los aleros y techos hacia la calle que fueron acortados y sustituidos por pretiles adornados con motivos geométricos y rectilíneos.
El paisaje urbano y rural de Honduras poco a poco empezó a cambiar ante la llegada del telégrafo, el sistema de telecomunicaciones más moderno de la época, que con los postes de madera y el cableado intensifico la contaminación visual de las ciudades del país.
La locomotora “Medina” que fue la primera en arribar a San Pedro sula en 1885 con vagones de pasajeros, contribuyó a la movilización de grupos humanos de diferentes orígenes que llegaban atraídos a la ciudad industrial por su gran crecimiento físico y económico. Fue así que surgieron proyectos de hoteles, mejoras viales y obras de servicios básicos para comodidad de viajeros y residentes, como la primera carretera que de San Pedro Sula llevaba hasta Yoro pasando por la ciudad de el Progreso, la primera represa de captación de agua potable en la zona del río de Piedras en 1898 y el sistema de alcantarillado municipal en 1924.
(Junta de Andalucía, Colegio de Arquitectos de Honduras, Embajada de España en Honduras, Cooperación Internacional , 2013)



