Introducción

Es conocida la estrecha relación que existió entre la Iglesia y la monarquía española en la obra de conquista y colonización de América. En 1493, se puso de manifiesto el objetivo de la Corona, cuando Colón en su segundo viaje llevo sacerdotes para instruir a los indios, por expresa recomendación de los reyes católicos, igual motivación aparece en las bulas por las que el Papa Alejandro VI concedió la posesión exclusiva de las nuevas tierras descubiertas y por descubrir a la Corona de Castilla, ordenándole el envío de sacerdotes para la “propagación de la fe católica y las buenas costumbres”.

A lo largo de los siglos XVI y XVII la corona, gracias al Real Patronato, ejerció un poderoso control sobre la organización financiera, institucional y judicial de la Iglesia en América.

En el siglo XVIII estas prerrogativas del monarca aumentaron aún más en virtud de la aplicación de la doctrina regalista. Ésta concedía al rey de España el derecho a desempeñar la función de vicario general de Dios en la Iglesia americana, a expensas de la autoridad papal.